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(03/12/2020)

Cada paso salpicaba con fuerza el suave perfil de agua salada que se formaba en el margen voluble y curvado de la playa. Michel Yulieth corría con el ritmo que tienen las niñas a los 12 años, despreocupado. Por más que sus pasos pudieran guardar algún tipo de angustia, era un trote feliz. A pocos metros veía a su madre, y quizá por eso, estremecer el agua a la orilla del mar le importaba menos. En cambio, le parecía una diversión, a pesar de que su mamá pasaba los peores minutos de angustia al creer que se le había perdido. Como leyó rápidamente la zozobra en el rostro de su madre, Michel quería por fin llegar hasta sus brazos y decirle que ya conocía ese camino, que no se había perdido y sonreír, siempre sonreír, porque conocer la playa fue la plenitud para ella. Así se lo habría hecho saber al otro día en una carta a Marisol, su mamá. 

Así quiere Marisol que la recordemos. Una niña de 12 años que fue víctima de abuso sexual y estrangulada este 2020, en plena pandemia. Su cuerpo apareció desnudo y con las manos atadas el 2 de mayo en un lote de la zona rural de Chiriguaná, Cesar. La desaparición de Michel fue reportada desde el 30 de abril. Para este especial, la mamá dijo, además, que el pasado 27 de agosto el asesino fue condenado a 43 años de prisión por feminicidio agravado, pero que no aceptó cargos por acceso carnal violento, por lo que la investigación continúa.

Ella es una víctima en un mar de 508 mujeres y niñas asesinadas en Colombia este año, según el Observatorio de Feminicidios. 

En Cuestión Pública Feminista nos preguntamos, mientras llega la justicia para ellas: ¿Y si dejamos en nuestra memoria recuerdos no de una Michel asesinada, sino de una niña sonriente que corre por la playa, en busca del abrazo de su madre?

A partir de esa consigna construimos una base de datos de víctimas de violencia feminicida, que comprende desde el 24 de marzo hasta el 31 de agosto, meses en los que la cuarentena por COVID-19 fueron más estrictos en el país. Esa base de datos, más que lograr la evidencia de una estadística, busca darle rostro a las víctimas, humanizarlas y narrar sus recuerdos. Nos apoyamos en el Observatorio de Feminicidios y en la labor de medios de comunicación como Cerosetenta, RCN Radio, entre otros. De esta manera, logramos identificar en una etapa previa a 237 mujeres de todas las edades: adultas mayores, jóvenes y niñas, que ya no están. 

Gracias a ese listado que depuró el equipo de CP Feminista, se logró exponerlas en esta primera plana con nombres, edades y los hechos que rodearon la violencia feminicida. Pero esta es apenas una primera parte de lo que se quiere lograr.

Las noticias suelen poner foco en el feminicida, incluso, algunas traen el nombre del presunto asesino, pero no de la víctima; en otros artículos les protegen el rostro, pero el cuerpo lacerado de ellas es expuesto sin pudor. Es como si el crimen, además de acabar con el hilo de sus vidas, les pasara a casi todas un borrador de tinta a sus nombres e identidades. Por eso queremos reconstruir sus perfiles. También buscamos reparar aquellos titulares o notas de prensa en los que fueron revictimizadas o cuyas narraciones tenían benevolencia hacia el agresor. 

La meta es revertir ese silencio que deja el asesino sobre su víctima, reemplazarlo por anécdotas y recuerdos que sus familiares y amigos aporten. ¿Con qué anécdota quiere que ella sea recordada?, ¿cómo era?, ¿qué sueños tenía? Son algunas de las preguntas que guían la construcción de los perfiles in memoriam en el micrositio Ya no estoy aquí, de Cuestión Pública. La justicia es y será un tema de Fiscalía, jueces y tribunales. Por tanto, el foco estará puesto en ellas y quiénes fueron.

La meta arranca hoy con 9 perfiles logrados, trabajo que te invitamos a leer y a compartir en redes. Si quieres contactarnos para reconstruir la historia de otra víctima, escríbenos al correo electrónico: yanoestoyaqui.cuestionpublica@gmail.com. Esta labor de búsqueda estará vigente hasta mayo del 2021.

Para esta edición en alianza con El Espectador, compartimos dos perfiles: El amor y la valentía de Daniela Alexandra Quiñones, de 23 años, asesinada a golpes y puñaladas en la cabeza. Su cuerpo fue arrojado semidesnudo al río Cauca. También el de La risa de Michel Yulieth Lara García.

¿Por qué hacerlo? 

El pasado 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, lo más traumático, quizá, fue darse cuenta que las víctimas de feminicidio son tantas, como los líderes sociales asesinados en Colombia, con la diferencia que a ellas las rodean el silencio y un interés menor frente a otros temas nacionales. Los grandes influenciadores de la política y los derechos humanos no le exigen con tanta fuerza a este Gobierno que pare el desangre de las mujeres, como sí lo hacen con las denuncias de Odebrecht, la Ñeñe política y los abusos policiales.

Y no es que estemos llamando la atención porque el número de asesinatos aumentó con el encierro al que nos condenó la pandemia por COVID-19. Al menos, no es así en los datos del Observatorio de Feminicidios, en el que señalan que las diferencias que apreciamos es el porcentaje del lugar donde ocurren los asesinatos. Así lo documentan en el boletín de marzo: “Éstos se dan con igual frecuencia en todos los tiempos, pero sí podríamos señalar la variación en número de casos atribuidos a compañeros permanentes. El lugar de los hechos con mayor recurrencia de feminicidios en los tres años del observatorio es la “vivienda de la víctima”, lo particular es que en este mes las lectoras y lectores apreciarán el aumento del porcentaje de este lugar de los hechos en el feminicidio”.

En efecto, así fue. La nueva constante este año fueron los lugares en los que suelen ocurrir: casas, inmuebles, fincas y apartamentos. Pero el problema medular es que el Estado y el Gobierno no están haciendo mucho para cambiar esta masacre de mujeres con o sin cuarentena por el virus, porque la pandemia feminicida ya estaba instalada en el país y así lo confirman las cifras de Medicina Legal.

Es un hecho que cientos de mujeres fueron apuñaladas, baleadas, atacadas a machete, asfixiadas, violadas, golpeadas hasta morir en los sitios en los que resisten la pandemia. En marzo, recién arrancó la cuarentena, el sujeto feminicida fue, en el 29% de los casos, el compañero permanente. Al diluirse el confinamiento, al final de agosto, esta cifra fue remontada por sicarios llegando a ser el 26%. Lo que abre un boquete de debate interesante: incluimos estos casos en la base de datos por provenir del Observatorio. También porque son asesinatos que llevan la misma cruz: el silencio.

Otro dato fuerte es que en julio se registraron 5 feminicidios de niñas, según cifras del Observatorio. Ocurrió en Huila, Cauca, Putumayo, Santander, Chocó y las víctimas no tenían más de 10 años. Fueron abusadas sexualmente, en algunos casos, y, en otros, el asesinato sucedió en el contexto de un atentado y enfrentamientos. 

Pero contar las cifras parece no ser suficiente para que la sociedad colombiana caiga en cuenta de que nos están matando, menos de la falta que ellas hacen en las familias que quedaron huérfanas, sin hijas y sin hermanas. Si no es por el clamor de colectivos feministas, organizaciones de mujeres y sociedad civil — al que empiezan a sumarse periodistas y algunos pocos medios —, que gritan en las calles, parques y plazas de la capital sus nombres, los escriben en pendones, las recuerdan y reivindican sus vidas, el exterminio de mujeres pasaría en absoluto silencio. 

¿Y si hacemos un esfuerzo para construir sus perfiles y recordarlas así para siempre?

Diana Salinas (@DianaSalinasP)
Ingrid Ramírez (@_iramir_)
María Antonia Montoya (@antoniamontoyac)
María Angélica García (@_amariag)
Salomé Acevedo (@flamma.m)
Heydi González (@HeidyBlue9)
Valentina Hoyos G (@ValentinaHoyosG)

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