La tenían Clarita: las conexiones entre los Uribe y el clan Correa Arroyave
En 1980 Inversiones Uribe Vélez (compañía del entonces director de la Aerocivil, Álvaro Uribe y su familia),le vendió una finca a José Miguel Correa, hermano y socio de Pablo Correa Arroyave, capo del Cartel de Medellín. Para ese año, Correa —aliado de Pablo Escobar— y su hermano Rigoberto ya enviaban cocaína a EE.UU., según The Washington Post. La finca fue intervenida por el Consejo de Estupefacientes, pero el Gobierno Uribe la devolvió a los Correa.
Por: El
Escarbabajo de
Cuestión Pública
José Miguel Correa Arroyave tenía 28 años cuando le compró la finca La Clarita a Inversiones Uribe Vélez Limitada, representada entonces por Alberto Uribe Sierra. El papá del expresidente tenía 47 años y era conocido en Antioquia como un próspero ganadero y popular rejoneador. Iniciaban los violentos años ochenta, la época de expansión del Cartel de Medellín y de sus grandes capos de la droga.
El 19 de diciembre de 1980, Correa y Uribe Sierra se dieron cita en la Notaría Quinta del Círculo de Medellín para firmar las escrituras de la compraventa del terreno: una finca de 34.770 metros cuadrados, casi cinco veces el tamaño de la cancha del estadio El Campín en Bogotá. Ubicada en el Paraje el Ancón de Copacabana, a media hora de la capital antioqueña, contaba con una casa y piscina. Correa le pagó $300.000 de la época a Uribe Sierra por la propiedad. En una transacción de 2006, la finca estaba avaluada en $443 millones.
En 2019 la propiedad fue embargada a Concretos y Asfaltos S.A. (Conasfaltos), empresa insignia de la familia Correa Arroyave, de acuerdo con la última anotación de la Oficina de Instrumentos Públicos de Girardota, Antioquia.
Cuestión Pública investigó a profundidad a los protagonistas de esta transacción, que dimos a conocer en Sabemos lo que hiciste con base en información de un debate del senador Iván Cepeda en 2014.
Las conexiones del narco que unían a Pablo Correa y Alberto Uribe
En el libro ‘Los jinetes de la cocaína’, el periodista Fabio Castillo retrató a Uribe Sierra como un “reconocido narcotraficante” en un apartado que le dedicó a la mafia en Antioquia. Además, habló de Pablo Correa y de sus inicios en el mundo del narcotráfico con Pablo Escobar en una banda conocida como “los Pablos”, que integraban supuestamente junto con el también difunto Pablo Correa Ramos, vinculado al Deportivo Independiente Medellín (DIM). Según el libro, Correa Arroyave también tenía vínculos con el DIM.
Por separado y con el paso del tiempo, las familias Correa y Uribe guardarían algún tipo de relación con los Ochoa Vásquez, uno de los grandes clanes de la droga del Cartel de Medellín junto con Pablo Escobar.
Alberto Uribe, por ejemplo, era cercano a Fabio Ochoa Restrepo, quien dijo en su libro que este “debía ser el Ministro de Agricultura de por vida (…) Su hijo Álvaro es otro exponente de talla presidencial y Santiago ni se diga. Liberal, descendiente del indio Uribe, a Alberto sí se le puede decir paisa, liberal y macho”. Además, incluyó fotos de Alberto Uribe como rejoneador.
Alberto Uribe Sierra como rejoneador en fotografía tomada por el periódico El Mundo de Medellín el 16 de junio de 1983.
Foto de archivo de uno de los ejemplares del criadero Consul II, propiedad de Carlos Correa Arroyave, hermano del narcotraficante Pablo Correa Arroyave, tomada a principios de los 80. Crédito: El Caballo Criollo
Por otro lado, Pablo Correa y su hermano José Miguel tuvieron vínculos empresariales con los Ochoa: el 7 de julio de 1986, cinco días antes de su asesinato, Correa vendió sus acciones en cuatro empresas de su familia a la Promotora de Inversiones y Construcciones LTDA (Prodicon), compañía de los Ochoa Vásquez. El porcentaje restante de acciones estaba repartido entre José Miguel y Rigoberto Correa Arroyave; es decir, los Ochoa y los Correa fueron socios en la participación accionaria de sus empresas.
El paso del clan Ochoa por la compañía de los Correa fue fugaz: tres meses después vendieron sus acciones a Inversiones Crear Correa Arroyave y CIA, empresa de propiedad de Rigoberto Correa Arroyave, que luego cambió su nombre a Inversiones Crear S.A.
Hay otro detalle. En 1984, cuatro años después de la transacción inmobiliaria de La Clarita, un helicóptero de Uribe Sierra fue encontrado en el laboratorio de producción de cocaína más grande conocido hasta entonces: Tranquilandia.
El vehículo aéreo Hughes 369D-500D de matrícula HK2704-X era propiedad de Aerofoto Amórtegui, empresa de la que Alberto Uribe Sierra era socio, como revelaron Noticias Uno y El Nuevo Herald. La compañía Aerofoto Amórtegui y los Uribe buscaron demostrar que el helicóptero fue vendido a un particular de nombre Pedro Agudelo, pero Noticias Uno confirmó que la supuesta transacción nunca fue escriturada. Según El Nuevo Herald, Agudelo era trabajador del narcotraficante Fabio Ochoa.
De acuerdo con el libro ‘Los jinetes de la Cocaína’, el laboratorio ubicado en las entrañas de la tupida selva de Caquetá fue montado por Pablo Escobar en asocio con Pablo Correa Arroyave, los Ochoa y Gonzálo Rodríguez Gacha. Según el testimonio del coronel Ernesto Gilibert, el operativo en Tranquilandia arrojó “el hallazgo de envíos (de coca) para PE y PC, lo que interpreta como Pablo Escobar y Pablo Correa”.
En un testimonio recogido por el periodista Fabio Castillo en su libro, el coronel Jaime Ramírez reveló para entonces que Tranquilandia también era propiedad de Pablo Correa en los informes que entregaba al ministro Lara Bonilla. Tanto Ramírez como Lara Bonilla fueron asesinados por la mafia como retaliación a la incautación de Tranquilandia, como cuenta Castillo.
Pablo Correa Arroyave fue señalado de “estar vinculado al asesinato del ministro Lara Bonilla”.
La hacienda La
Clarita: entre los Correa y estupefacientes
Volvamos de nuevo a la finca que protagoniza esta historia. En octubre de 1981, casi un año después del negocio con Alberto Uribe Sierra, José Miguel Correa le vendió la propiedad a Inversiones R.C.A. Limitada por el mismo precio que la adquirió. Esta empresa fue constituida por Pablo Correa en sociedad con sus hermanos José Miguel y Rigoberto.
El predio cambió de dueño, pero no de familia: en 1988, Inversiones R.C.A entregó en dación de pago la finca a Inversiones Crear S.A., fundada por Rigoberto, hermano y cómplice de alias Pablo Correa.
Un año más tarde, el Consejo Nacional de Estupefacientes intervino La Clarita y la entregó al Fondo Nacional Agrario. Casi 15 años después, en noviembre de 2003, la finca fue devuelta a Inversiones Crear S.A. por orden de la Dirección Nacional de Estupefacientes, que para entonces estaba en cabeza del coronel Luis Alfonso Plazas Vega. Álvaro Uribe llevaba un año como presidente y en cabeza del Ministerio de Justicia, que presidía el Consejo Nacional de Estupefacientes, estaba Fernando Londoño Hoyos.
Cuestión Pública envió tres derechos de petición al Ministerio de Justicia para conocer estas resoluciones, pero no entregó la información solicitada. La entidad señaló que dejaron constancia de la “ausencia” de algunos de estos archivos. Es decir, que ya no los tienen o quese perdieron.
Además, consultamos con un exfuncionario de la Sociedad Especial de Activos (SAE), que pidió mantener su identidad en reserva, para entender el origen de la intervención del Consejo Nacional de Estupefacientes a la finca La Clarita. De acuerdo con su explicación, esto podría tratarse de una medida de extinción de dominio.
“Normalmente eso (la incautación) nos dice que el bien es producto de un delito. Di tú, fabricamos cocaína, entonces la cocaína es producto de un delito. Por ejemplo, se conoció un caso donde en una finca de Pablo Escobar había dinamita y plata, entonces dijeron que la finca iba a entrar en un proceso de extinción de dominio, porque se utilizó para ocultar un delito y ese era el tráfico de estupefacientes”, explicó el exfuncionario.
Con la venta de La Clarita, Álvaro Uribe coronaba una seguidilla de dos transacciones con fichas o familiares de capos de la mafia antioqueña que culminaría con el negocio con Dayro Chica. La primera, en 1979, cuando le vendió un apartamento al cuñado de los Ochoa, Israel Londoño. La segunda, después de vender La Clarita al hermano y socio del capo Pablo Correa Arroyave. Y la última, cuando le compró una finca al consentido de esa familia narcotraficante, el rejoneador Dayro Chica, el 31 de diciembre de 1980. Las últimas dos propiedades estaban en Copacabana, Antioquia.
Al momento de la publicación ni el expresidente Álvaro Uribe ni José Miguel Correa Arroyave respondieron nuestras preguntas. De enviarlas, serán adjuntadas.
Del uribismo, no solo los Uribe Vélez tuvieron vínculos con José Miguel Correa Arroyave. A este último y al senador José Obdulio Gaviria los unió, además de un negocio inmobiliario, un personaje vinculado con un capo del Cartel de Sinaloa. Lea la historia en el siguiente capítulo.
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Mundialito CP
El candidato que representa a Cambio Radical en estas elecciones presidenciales 2018, Germán Vargas Lleras disfrutó cada una de las palabras que usó en su discurso de cierre de campaña en Arjona, un pueblito de Bolívar, porque es el que tiene más claro qué es lo que está en juego en estas presidenciales es mucho dinero y poder traducidos en contratos y obras.
“Duélale a quien le duela, voy a pasar a la segunda vuelta y me convertiré en el presidente de Colombia y seré el presidente del Caribe Colombiano. Si a Bolívar le ha ido bien con las obras entregadas por Germán Vargas, desde el próximo 7 de agosto le irá mucho mejor cuando sea presidente”.
¡Es la torta de los contratos, estúpido!
Alguien entre nosotros cayó en cuenta tras escuchar al candidato Vargas Lleras. Fue entonces cuando se pudo ver el fondo del río. ¡Claro!, lo que está en juego por estos días no es la elección de un presidente. Es quién va a timonear los 383 billones de pesos en contratos públicos que suministró el gobierno de Juan Manuel Santos en 2017, según cifras de Datasketch en su informe La letra menuda; en el que estableció que cada segundo el Estado suministra en contratación 12 millones de pesos.
¡Gol!
Así pues, las elecciones son ese partido de 90 minutos en donde se disputan una copa o mejor una torta nada despreciable que hace circular 383 billones de pesos. Cuestión Pública hizo una selección de jugadores por cada candidato basados en la investigación de patrimonio, financiadores y personas que rodean a los candidatos no en estas elecciones sino en cargos anteriores.
Para la selección de los presidenciables excluimos a los jugadores políticos y dejamos exclusivamente a los ‘paninis’, es decir a los panas con los que juegan el fútbol del patrimonio empresarial y de contratos, basados en que el campeón, es decir el futuro presidente, tendrá una tarea que atraviesa transversalmente a la política y es la tarea pragmática y obligatoria de repartir las obras de infraestructura, los contratos los contratos de Ecopetrol, de aseo, saneamiento, construcción, acueductos, minería, electricidad, chance, basuras, etc. El punto es que se reparte entre los jugadores de sus equipos. Una especie de pago por la fidelidad y el aguante de llevarlos a ser presidentes.
Una vez se pita el inicio de partido, todos juegan a ganar y para esto usan equipos entrenados y alineados.
Finalmente, Cuestión Pública ofrece esta investigación con varios datos que se desconocían, producto de transacciones de financiadores, inmobiliarias y empresariales, que dan un panorama nuevo de los candidatos días antes de las elecciones presidenciales de 2018, con el fin de que los votantes entiendan que ninguno juega solo. También para que los ciudadanos salgan a votar sin ingenuidad con respecto a sus candidatos.
¿Y la política, no importa? Claro que sí, pero a la hora de repartir la torta de los 383 billones de pesos, los principios políticos no entra a la cancha.