21 años

Daniela Espitia Flórez

El 17 de agosto de 2020 su cuerpo fue hallado desnudo y con una herida en el tórax, en la habitación de un motel en Barranquilla. Su expareja la había citado en el lugar para entregarle la cuota de manutención de sus hijos.

Fuentes: El Tiempo, Caracol Radio y Zona Cero.

Cuidadora

El 7 de diciembre de 2019 todos los rincones de Colombia se iluminaron con hileras de velas, faroles de papel y luces titilantes. Como era noche de euforia, los equipos de sonido de las cuadras más alegres en Barranquilla comenzaron una batalla por dominar el cuerpo de los vecinos, algunos ya bailaban en la calle.

En una de las viviendas del barrio Villa del Carmen, ocupada hasta el exceso de música y carcajadas, Daniela Espitia estaba completamente entregada al gozo de la noche. Movía sus pies y sus caderas a ritmo de champeta, mientras los más pequeños intentaban seguirle el paso y otros familiares la acompañaban con las palmas. Ella era el alma de la fiesta.

Así la recuerda su prima Abigail López:

“A Dany le encantaba bailar champeta y lo hacía demasiado bien. Siempre íbamos a los bazares o a las reuniones familiares a ‘tirar paso’, porque nos gustaba mucho la recocha. La última vez que bailamos juntas fue en la fiesta del 7 de diciembre en mi casa. Estábamos todos los primos e hicimos rondas en las que cada uno pasaba a bailar al centro de la celebración. La que mejor se movía era ella.

Nosotras crecimos juntas y siempre andábamos para arriba y para abajo. Nos teníamos mucha confianza. Ella me contaba sus problemas y yo le decía los míos. Desde niñas nos gustaba mucho plancharnos el cabello, arreglarnos las uñas y maquillarnos juntas. Esa complicidad siguió hasta la adultez, porque a veces nos prestábamos prendas de vestir. Ella venía a mi casa y nos alistábamos para las reuniones que hacíamos con los primos en la casa de la abuela, que quedaba en el barrio Villa del Carmen.

En la casa de mi abuela hacíamos sopita de mondongo, comprábamos cerveza y poníamos champeta para pasar un rato sabroso. Nos reíamos todos recordando cuando hacíamos pilatunas y mi abuela nos regañaba. Estas eran las únicas ocasiones en que toda la familia podía ver a Dany, porque ella casi siempre estaba concentrada en su trabajo y en las responsabilidades que tenía con sus niños. Pero también estaba pendiente de todos los demás miembros de su familia, especialmente de sus primas, y cuando había algún problema ella sacaba la cara por nosotras, decía: “se meten con una y se meten con todas”.

Por ejemplo, las dos estudiamos en la Institución Educativa Distrital Comunitaria Los Laureles y una vez, cuando yo tenía 8 años y Dany 9, ella me defendió de un niño que me molestaba y me tiraba del cabello. Se enojó tanto cuando le conté, que se fue a buscarlo y le pegó una patada. Ese niño nunca más me volvió a molestar. Así era Dany, siempre estaba presta para cuidarnos”.

Abigail López, 23 años, prima.

***

Durante la pandemia por Covid-19 Daniela, su hermana Eliana, y su mamá Yennys transitaban el aburrimiento haciendo muñecas de trapo. Todo comenzó una tarde en que el tedio las puso a conversar sobre los juguetes de la infancia y Yennys reveló que sabía hacer muñecas con restos de ropa. Sus dos hijas, que ya eran demasiado grandes para retomar los juegos de la niñez, le pidieron con mucha insistencia un par de figuras de tela para sus hijos. El pedido se agrandó semanas después porque las hermanas no dejaban de pedirle muñecas, por eso Yennys completó una familia de trapo de ocho miembros.

Durante 2020, Daniela y su mamá pasaron la mayoría de las tardes charlando de trivialidades mientras ella hilaba, sin saberlo, sus últimos recuerdos juntas. Hoy, cuando Yennys piensa en Daniela, hace énfasis en el hecho extraordinario que era su existencia sobre la tierra:

“La vida de mi Dany fue un milagro. Cuando yo tenía cuatro meses de embarazo, ella se desprendió del útero y los médicos estaban esperando que su corazón dejara de latir para extraerla de mi cuerpo. Pasaron los días y su corazón siguió latiendo, por eso decidieron ayudarme para que sobreviviera. Así llevé mi embarazo a feliz término y cuando la tuve en mis brazos por primera vez experimenté la sensación más bonita que he tenido en mi vida. Me sentí inmensamente feliz y agradecida, ella era una bendición de Dios.

Toda la vida ella fue pura alegría y siempre se esforzó por darle buenos momentos a los suyos. De adulta, en los cumpleaños de sus familiares y amigos, algo se inventaba para sorprenderlos; era muy atenta y detallista, especialmente conmigo y con sus dos hijos. A pesar de que no siempre tenía recursos económicos, procuraba que a ellos no les faltara nada. A veces salíamos al parque con los niños y ella era muy protectora, con sus hijos y conmigo.

Recuerdo que empezando la pandemia yo tuve un episodio de ansiedad que se salió de control, debido al exceso de noticias negativas. Tuve un preinfarto y me tuvieron que ingresar a una Unidad de Cuidados Intensivos. La primera persona que llegó a verme al hospital fue Dany, aunque no sé cómo logró entrar porque las visitas estaban restringidas.

Cuando llegó, me suplicó que no me muriera porque ella no podría vivir si yo le llegaba a faltar. Me marcó mucho ese momento. ¿Quién iba a saber que unos meses después era ella quien no iba a estar?

A raíz de ese hecho, Dany se fue a vivir a mi casa para cuidarme cuando salí del hospital y nos dedicamos a hacer las recetas que veíamos en internet. Preparamos postres, platos típicos y otros antojos que teníamos de hace tiempo. Compartimos día y noche juntas, y estuvimos muy contentas. Todos los días pienso en la vitalidad que emanaba y extraño mucho a mi Dany”.

Yennys Patricia Flórez Pineda, 45 años, madre.

* * *

El 10 de agosto de 2021, el Juzgado Sexto Penal de Barranquilla condenó a Deimer Eduardo Díaz Mendoza a 34 años, 8 meses y 20 días de prisión por el delito de feminicidio agravado contra Daniela Espitia.

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