82 años

Trinidad del Carmen Mejía Vega

El 24 de mayo de 2020 su cuerpo fue encontrado —sobre la cama y con una herida abierta a la altura del cuello— al interior de su vivienda en la vereda El Pozo, en el municipio de Socha (Boyacá).

Fuentes: Diario La Libertad, Caracol Radio y Su Versión.

Carmelita, la amiga de tres generaciones

El monumento a la Virgen del Carmen, ubicado en la entrada occidental del municipio de Socha, vigilaba todos los días los pasos sosegados de Trinidad del Carmen cuando salía de su finca a vender leche y huevos en el pueblo. Era una mujer rural, había trabajado en el campo desde la infancia y conocía bien el paisaje montañoso de esa tierra que reconocía como suya.

Así, con la tranquilidad de la vejez que proyectaban sus ojos y la gallardía de sus manos campesinas, la recuerda María Sánchez López, quien fue su amiga por más de 20 años:

“Carmelita era una mujer muy tímida y solitaria. La conocí porque era amiga de mi abuelita cuando las dos vivían en la vereda Cotamo, una zona rural que queda a ocho kilómetros de Socha. En ese tiempo ella trabajaba haciendo cobijas de lana y lograba unos tejidos hermosos. Recuerdo que mi abuela y yo íbamos a visitarla con frecuencia, ellas dos hablaban durante horas o hacían trueques con legumbres u otros alimentos. Esa relación de amistad se mantuvo con mi mamá y luego conmigo, cuando mi familia se fue del pueblo y yo decidí quedarme. Carmelita fue amiga de tres generaciones de mujeres en mi familia.

Hace 10 años ella vendió la finca de Cotamo y se fue a vivir a El Pozo, en un lote que queda a menos de un kilómetro de la entrada occidental de Socha. Cuando comenzó a vivir cerca del pueblo me la encontraba con frecuencia; a veces la veía pasar por mi casa vendiendo leche o huevos y le decía: “Doña Carmelita, venga, siga se sienta y se toma un tinto”. Ella siempre estaba de afán porque no tenía a nadie que cuidara sus terrenos, por eso decía: “No mija, no puedo. Dejé mis animales por allá solos, mejor me voy”. Otras veces, me recibía el tinto a toda carrera y luego la veía alejarse sobre el andén de la cuadra.

Como sabía que Carmelita vivía sola y no tenía familiares cerca, de vez en cuando mis hijos y yo la visitábamos, pasábamos la tarde con ella. Yo la quería mucho. Cuando llegaba a su casa le daba un abrazo diciendo: “¿Cómo está, doña Carmelita?, ¿qué hace?” y ella me invitaba a entrar. Nos sentábamos en su cocina a hablar de nuestras familias. Cuando yo llegaba con algún problema, me miraba con amor y me decía: “Mija, toca tener paciencia”.

Tenía toda la autoridad para decirlo porque había atravesado con serenidad todas las dificultades de su juventud: era la mayor de cuatro hermanos y a todos los ayudó durante su crecimiento porque aportó dinero para su manutención desde muy joven. Trabajó muchos años cocinando para los obreros de otras fincas o haciendo trabajos del campo como cargar leña.

Cuando terminaba la visita y se acercaba la hora de mi partida, ella me decía: “Espere hacemos un tinto” y con esa excusa nos quedábamos hablando toda la tarde. Durante la pandemia no pudimos vernos tan seguido y yo andaba muy preocupada. Un día fuimos con mi esposo a verla, pero fue un encuentro corto por las restricciones de movilidad. En mi casa la extrañamos mucho”.

Maria Sánchez López, 52 años, amiga.

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Angélica, una de las hijas de María Sánchez, también se enternece cuando piensa en Trinidad del Carmen y experimenta una nostalgia que atraviesa sus cinco sentidos:

“Cuando íbamos con mi mamá a la finca de Carmelita, ella nos saludaba y enseguida corría a traer huevos de su galpón para prepararnos algo de comer. Luego encendía el fogón de leña de su cocina, ponía los huevos en una sartén y los servía en un plato con un pocillo de café y una rodaja de pan. El aroma del carbón le daba a su comida un sabor indescriptible que nunca voy a olvidar. Con su sazón expresaba el cariño porque, por lo general, era una mujer muy reservada.

Su casa estaba ubicada en una zona de pastoreo y no habían vecinos cercanos, por eso ella vivía rodeada de animales. Tenía gatos, gallinas, un perro, un toro, una vaca y un ternero. Doña Carmelita los cuidaba con esmero porque sabía que eran su compañía y su sustento. La soledad no le preocupaba, al contrario, era una mujer tranquila, con mucha energía para vivir.

Yo disfrutaba escuchar sus historias y a ella le gustaba hablar de su nieto Santiago, que vivía en la capital. Una vez me contó que había vendido unas vacas que tenía para enviarle dinero. El muchacho estaba muy agradecido y se notaba que la quería mucho porque, cuando llegaban las vacaciones, él se quedaba un mes en la finca con ella. Durante sus visitas, doña Carmelita andaba muy contenta por el pueblo, acompañada de su nieto que no la dejaba sola y la mimaba mucho.

En mi mente se repiten todas las veces que la vi a la entrada de su finca, una vez terminada la visita, con su larga falda planchada y su sombrero blanco. Ella caminaba por su patio cercado y nos seguía con la vista por el camino, despidiéndose”.

Angelica Sánchez, 22 años.

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De acuerdo con un comunicado emitido el 25 de mayo de 2020 por la Oficina de Comunicaciones Estratégicas del Departamento de Policía de Boyacá, la investigación por el asesinato de Trinidad Del Carmen está en la Fiscalía 21 Seccional de Socha. María y Angélica* desconocen si hay avances en la indagación.

*Los nombres de María y Angélica Sánchez fueron modificados por petición suya.

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