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"Niño mío" y los perfiles de las 80 víctimas

(29/04/2022)

Se cumple un año del inicio del Paro Nacional de 2021.

🕯️Hacemos un homenaje a las 80 personas que perdieron la vida de manera violenta durante el estallido social con un poema de Diana Salinas y con los perfiles de los fallecidos.

Según la investigación de Cuestión Pública, 40 de esas muertes fueron presuntamente perpetradas por Policía y el ESMAD.

«Niño mío» de Diana Salinas

Personaje: La madre no madre

Argumento: Llegado el culmen del hambre y un año de cuarentenas por la pandemia del COVID-19, el gobierno de la peste, en cabeza de Iván Duque, instauró contra viento y marea los documentos infames del proyecto de ley: Reforma Tributaria, ante el Congreso de la República. Las voces de la multitud se levantaron furiosas en contra y convocaron a protestas para finales de abril del año 2021. A pocas cuadras del Palacio de Nariño, donde reside el Presidente de la República, se colgaban trapos rojos en las fachadas de las casas y apartamentos en señal de hambruna. En el ínterin, las parcas cortaban los hilos en nombre del virus letal en las salas de cuidados intensivos de clínicas y hospitales atestados de enfermos convalecientes en todo el país. Sin más remedio, ni centros de salud que contuviera la mortandad, miles murieron encerrados en sus casas. Líderes y lideresas solicitaron al gobierno retirar el documento, pero el gobierno insistió en la vanidad de mantener el proyecto de reforma que recargaba de impuestos no solo los alimentos de la canasta familiar, sobre tasas a la muerte, que, por esos días, paseaba oronda por el norte y el sur sin distinción de clase, ni raza… Hasta por los ministerios del gobierno se paseó y se llevó al señor ministro de la Defensa. La cólera alcanzó al pueblo y este salió a las calles a protestar a finales de abril de 2021. Al principio se trató de marchar por un día, luego una semana hasta extenderse por dos meses. Aunque a los pocos días el obtuso presidente retiró el proyecto de ley, no hubo caso, porque en el maremágnum de la rebelión, las voces iracundas ahora pedían oportunidades de educación, trabajo, mejores sueldos; las víctimas reclamaron justicia. Comunidades indígenas viajaron hasta la capital a sentar su voz de mando por los territorios. Al final, no había ciudadanía que no tuviera un motivo para dejar de gritar, de hacer ruido en las calles polvorientas y rotas, llenas de bruma, de incendios y casquillos de bala que fueron disparados en las noches. No hubo madre que no recorrieran los últimos pasos de sus hijos en busca de las huellas del horror. Eran los rastros de la ira, de la injusticia y de los padres sin hijos. Con el paso de los días, la policía y el ejército desarrollaron operativos para silenciar las asonadas. Hubo más de ochenta jóvenes asesinados durante esos días de abril, mayo y junio del 2021. Y, aunque se trataba del inicio del tercero, de cuatro años de mandato, este gobierno y su política marcaron el declive de sus días. “Verán morir el mandato de la sombra del mal el día que, envueltos en virus y pestes, las madres de todas las edades y territorios se levanten en medio de cuarentenas tiranas a pedir justicia por sus hijos idos, muertos, arrebatados”, dijo el oráculo y fue el vaticinio que ignoraron los poderosos. Y completó: “Ningún mandatario sabe, ni presiente, el poder de una madre que no descansa hasta lograr justicia, porque el hombre que asesina al hijo de una madre, le arrebata una cría a la tierra y a la humanidad que clama por los hijos e hijas del mundo”. Mientras tanto, una mujer, que cubría los sucesos, tuvo una epifanía: sintió que, de haber engendrado a sus hijos, éstos habrían muerto en medio de las protestas.

Coro:
Durante aquel final de abril,
en los sucesos del viento,
en los que se levantaron cuerpos
y provocaron la fiebre de mayo y junio:
el devenir de las piedras,
los escudos, las primeras líneas,
la defensa del territorio,
la angustia de las noches,
las balas…
… Que parecía no tener fin.

La madre no madre:
Niño mío, de chocolate y miel,
habrías tenido los ojos verdes,
como los del abuelo,
tejido con hilos de útero y
tiempo sin tiempo;
cuna de silencio,
alma beligerante, lo sé…

He tenido una estúpida certeza,
casi una epifanía traída por Cassandra,
(la de los cabellos castaños que, por efecto
de una maldición, tuvo el don del
vaticinio de los malos tiempos,
sin que nadie le creyera)
que, de haberte engendrado,
te envolvía una tragedia:

Antes de cumplir los veintitrés,
mientras cruzas el puente,
la bruma del mal acecha,
como las abejas cual nube furiosa,
te envuelven y te hacen su presa.

Según el vaticinio,
no veo venir el final, mi niño,
Los domingos te espero en casa.

Muchachito de chocolate y miel,
la tragedia que me rodea es
una bala que impacta en la cabeza
el cuerpo al que destruye
tus ojos verdes ocultos
en los párpados cerrados…

Coro: La bruma de sangre y fuego
que originaron los hombres de la guerra
—aquel abril—
Lo envolvía para siempre

La madre no madre:
Niña eterna, no te veo.
¿Dónde estabas cuando el espíritu del mal se fugó de su cárcel?
No te siento, pero a él sí.
He llorado mis ojos por los dos.

Niño, mi niño, ¿al menos puedo abrazarte?
Te sentí en aquella epifanía… tarde.
Mientras caía el sol,
cuando un policía le disparaba a Marcelo, el basquetbolista, por la espalda;
la tarde en la que Juliette debió llegar
a la pijamada con sus amigas;
La noche en la que cayó Nicolás, el muralista.
Sobre todo, el día del fin de Santiago.

¡Están matando a mis hijos!, quise gritar.
En cambio, guardé silencio en las noches eternas
en las que vi al enjambre devorar
a los hijos del mundo.
Lloré mis ojos.

Entonces vi el dolor, que es una fiera indomable
a la que arrebatan el fruto de su vientre.
Acaso un grito que,
con su fuerza,
lacera el tiempo.

—¡Me lo mataron hoy,
entonces que me maten
porque me voy con mi hijo!—
gritaba la voz de la madre
de la tierra.

Sí, te despedí a través de Sandra,
con sus jirones de lamento,
pedazos de mujer,
desgarros de humanidad.

Niño mío, te envolví en terciopelo,
susurré un canto improvisado
envuelto en nostalgia y ausencia.

Chao, mi amor, muchachito valiente,
Descansa que yo te levantaré
… de las sombras
y ya rodeado de luz,
te pondré flores amarillas,
rosadas y violetas.

Coro:
El hilo de sangre
que tejió tu cuerpo
marcó la finitud
de tu ser,
de nuestro ser
… violento
… el poder de las sombras
que te envolvieron.

***

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