Capítulo 2: Guacharaco y el gobernador que apareció entre mensajes de los paramilitares*

Revelamos la comunicación que al parecer tenían las autodefensas con el entonces representante del departamento de Antioquia en 1997 y la Brigada del Ejército en los albores de la masacre del Aro.

(30/06/2023)

 *Ñapa: Cuestión Pública encontró facturas y recibos que corresponderían al cuadre de caja de dicha masacre en las cuentas del Parqueadero Padilla. 

Una cuarta prueba apareció. No solo era la factura manuscrita, la contabilidad digitalizada y el informe de inteligencia firmado por el general Mario Montoya dentro del expediente del Parqueadero Padilla. Había una más: dos mensajes casi idénticos en la sábana del beeper de Jacinto Alberto Soto Toro, alias Lucas, la mano derecha de Carlos Castaño, jefe de la organización paramilitar más poderosa y criminal que hubo en Colombia. «Por favor llamar a Guacharaco». Luego, la insistencia: «Por favor llamar de nuevo a Guacharaco». Al cotejar la información con Juan Guillermo Monsalve, alias Guacharaco, Cuestión Pública supo la historia detrás de esas líneas. Fue él quien buscó comunicarse con su patrón a la sombra: Luis Alberto Villegas. Para lograrlo, le envió un mensaje al beeper de Lucas, la tarde del 3 de octubre de 1997. 

Sábana de mensajes del beeper de Jacinto Alberto Soto Toro, alias Lucas,
pedidas por el CTI de Antioquia en 1998.
El beeper emitía mensajes de texto de manera inmediata.
Funcionaba mediante una central de llamadas en la que los usuarios dejaban sus razones.
El número identificador era un código. Crédito: Pinterest.

Si bien era personal, tenía funciones de empresa, porque servía de acopio de las comunicaciones de toda la organización. Tras ocho horas retenido por el frente guerrillero del ELN, Bernardo López Arroyave, le hizo salir desesperado a buscarle. Detrás de esa línea había una razón urgente por dar, además de echarle el cuento: se salvaron de ser fusilados por la guerrilla, gracias a una versión ensayada que tenía con el papá, el mayordomo de la finca Guacharacas. Aquella en la que ya no trabajaban para los Uribe Vélez. ¿Paramilitares? Nunca jamás. ¿La finca Guacharacas? La vendieron. De otra manera, según Monsalve, los habrían matado. Ese secuestro movió fichas en el Bloque Metro. Pero no fue lo único.

El día que lo iban a capturar, Soto Toro, alias Lucas —el de los mensajes—, cargaba una pistola Pietro Beretta que decidió no usar.

La historia del porqué Guacharaco aparece entre los mensajes del jefe de las finanzas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), la podemos comenzar a contar aquí: el día que lo iban a capturar, Soto Toro, alias Lucas —el de los mensajes—, cargaba una pistola Pietro Beretta que decidió no usar. También un beeper y tres celulares. La Pietro Beretta era una de las marcas con la que el Estado Mayor de la organización criminal distinguía a sus integrantes. Se entregaba amparada con salvoconducto, junto con los equipos de comunicación y las llaves de la oficina para llevar las cuentas del dinero que les entraba por chorros para lavarlo, para financiar el ejército privado que decidieron montar. Todos los artículos que cargaba Soto Toro aquel 30 de abril de 1998, veinticinco años después, constituyeron improntas que consolidaron de manera caprichosa el expediente que contiene este relato, sin que hablen una palabra: el 34.986. El mismo 34.986 donde reposan desnudas las pruebas que demuestran que Juan Guillermo Monsalve sí fue miembro a sueldo de las Autodefensas cuando el expresidente Álvaro Uribe y su familia eran los dueños de esa hacienda. Un testigo que no han podido asesinar y que se atrevió a decir que en esa finca nació un ejército privado, llamado Bloque Metro.

Meses atrás, la sala de interceptaciones del CTI de Antioquia había retenido conversaciones en las que aparecía Lucas, y también su número de beeper.

Cuando los fiscales e investigadores intentaron probar que Soto Toro era Lucas en 1998 dieron con un informe revelador. Meses atrás, la sala de interceptaciones del CTI de Antioquia había retenido conversaciones en las que aparecía Lucas, y también su código de beeper. La sábana pedida a la central de Electrónica Bolivariana S.A correspondía a los mensajes que recibió entre septiembre de 1997 y enero de 1998. Con los mensajes del beeper y la documentación de los disquetes, los investigadores se acercaron a la certeza de que Jacinto Alberto Soto Toro era Lucas. 

Había contenida una prueba que nunca vieron: la fecha de nacimiento del entonces detenido jefe de las finanzas. Una vez fue capturado, dicha información fue obtenida como dato obligatorio en las diligencias indagatorias. Al contrastar ambos documentos por Cuestión Pública, los mensajes de beeper y las declaraciones de Lucas, resultó que había mensajes por su cumpleaños, en la misma fecha de nacimiento que dio a los fiscales regionales en la indagatoria. ¡Bingo! Un dato que pasó desapercibido. De haberlo visto, se habrían ahorrado meses de búsqueda. La información era copiosa en esos mensajes. Era lógico que no se las pillaran todas.

Fragmento de la declaración rendida por alias Lucas en mayo de 1998.

El informe en el que incluyeron los hallazgos de Lucas iba dirigido al jefe del CTI, Gregorio Oviedo. Los investigadores supieron que en la Fiscalía regional de Antioquia necesitaban el documento como pan para el desayuno, por eso no dudaron en entregárselo al fiscal regional, Iván Velásquez. Fue así como terminó dentro del expediente del Parqueadero Padilla.

Los códigos para comunicar aspectos de uniformes y municiones quedaron en la indagatoria a alias Lucas en 1998.

Los mensajes analizados del beeper de Lucas tenían tono de telegrama. La mayoría no pasaba de una línea escueta. Algunos, explosivos: «Favor reclamarle los tornillos de los camarotes a Pepe, que se acaba de ir y se los llevó». Por «tornillos» entiéndase municiones. «Ya le empaqué la ropa, si necesita algo más, favor avisarme que ya me voy a hacer la vuelta». Por «ropa», uniformes camuflados.  «Si pueden recoger una encomienda en el puente peatonal de la Terminal del Norte, que viene de San Pedro de Urabá». Por encomienda, grupo de hombres armados que llegaba a un sector determinado para cometer alguna misión de guerra. A Ituango, por ejemplo. Estos códigos quedaron descifrados por Lucas en las indagatorias de mayo de 1998.

«Te recuerdo llamar al gobernador, presentarme y que yo lo visito en la tarde»

Una vez los fiscales pidieron el reporte a la central Electrónica Bolivariana sobre los datos del usuario, este respondía al nombre de Fanory de Jesús Granada. Ni idea quién era. Pero fue claro para ellos que las comunicaciones estaban dirigidas en su mayoría a alias Lucas, Jacinto Alberto Soto Toro: el verdadero dueño del buscapersonas. 

Los mensajes —veinticinco años después— retumbaban ya no en los ojos de los fiscales e investigadores, sino en la mirada de este medio. En el recabo de esa última prueba aparecían muchos de los implicados del Caso Uribe, incluido él. El 15 de septiembre de 1997 fue mencionado: «Te recuerdo llamar al gobernador, presentarme y que yo lo visito en la tarde». El «gobernador» de Antioquia por esos días era el mismísimo Álvaro Uribe Vélez. El mensaje cobró mayor relevancia al hacer la cuenta de la proximidad que había entre esas comunicaciones con la masacre de El Aro, de Ituango, perpetrada el 25 de octubre de 1997. 

Capturas de la sábana de mensajes de alias Lucas, el jefe financiero de los paramilitares, inmersas en el expediente del Parqueadero Padilla.

El 22 de septiembre de 1997, siete días después de aquel mensaje de beeper donde se nombró al «gobernador», hubo otro aún más inquietante en el buscapersonas de Lucas: «Le recuerdo mi favor de la Brigada si es posible y cuánto vale, Antonio». En estas líneas se reforzaba la estrecha relación entre las ACCU y el Ejército. 

El suceso de la masacre de El Aro estaba a un mes y medio de ocurrir. Se olía en esas líneas. Previo a esto hubo un detalle desgarrador. La llegada de los paramilitares de las ACCU a Ituango, municipio donde quedaba el corregimiento de El Aro, sucedió con bastante antelación. Ese hecho fue denunciado ante la Fiscalía el 13 de junio de 1997 por Jesús María Valle, abogado defensor de Derechos Humanos y concejal de ese municipio. Hubo un mensaje justo un día antes de esta denuncia, el 12 de junio: «Llamar a Johovany el de Ituango». La escueta línea vendría a confirmar la efectiva presencia paramilitar denunciada por Valle. Tras una última —reiterativa— denuncia en la Fiscalía, Jesús María Valle fue asesinado el 27 de febrero de 1998. 

La denuncia de Jesús María Valle en junio de 1997 fue tomada del portal Verdad Abierta.

La masacre de El Aro ocurrió el 25 de octubre de 1997. Con los mensajes del beeper de Lucas se afianzaba el acervo probatorio, aquel que daría respuesta al por qué el Ejército no llegó a auxiliar a la población indefensa. Esto se explicaba con un secreto a voces: las ACCU y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) actuaban en contubernio con la Fuerza Pública. «Las Convivir fueron la manera en que se le dio legalidad a la ilegalidad. Yo quedé al mando de un grupo especial del cual hacían parte miembros del Ejército y la Policía para matar a los civiles que señalaban de guerrilleros». Algo que aseguró, por enésima vez, Salvatore Mancuso, quien fue uno de los jefes de las autodefensas. El amplio testimonio se puede encontrar en la audiencia única de aporte a la verdad de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), del 10, 11, 15 y 16 de mayo de 2023. 

En los mensajes de beeper de Lucas también se pueden leer el antes, el durante y el después de la masacre.

Y algo más que está en investigación en la Corte Suprema: el conocimiento previo del gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, de esos hechos. Sus presuntas omisiones.

En los mensajes de beeper de Lucas también se pueden leer el antes, el durante y el después de la masacre. La llegada de paramilitares: «El encargo ya hay quien los reciba, favor mañana estar pendiente de ellos». El día que inicia, el 25 de octubre: «Favor llamar a Ituango al 8643814 preguntar por Roman (sic)». El 29 de octubre de 1997: «Llamar a mi primero al 3117877». En total, «Llamar a mi primero» figura en toda la sábana 36 veces. 

Lo que demostraban era, además, el contubernio denunciado por Valle. La población quedó secuestrada más de una semana por los paramilitares. Asesinaron a 17 personas. Quemaron 42 de las 60 casas. Desplazaron a todo el pueblo. Se robaron 1.200 reses. 

El 30 de octubre anunciaron: «Ya terminamos el trasteo estoy donde Lipo, Federico». El 31 de octubre a las 5:37 de la tarde: «Lucas, por favor Martin necesita hablar personalmente con usted, por favor mandar a Corazón, necesita hablar personalmente con el (Sic). Esto es un mierdero». 

«Favor llamar a Nicolas (Paso Reina) para negociar otros animales al 3711670 estoy esperando su llamada».

Así se registró el robo de animales en aquella sábana de funestos mensajes, el 31 de octubre de 1997: «Favor llamar a Nicolas (Paso Reina) para negociar otros animales al 3711670 estoy esperando su llamada». 

Para terminar cual serpiente que se muerde la cola, Cuestión Pública encontró en las finanzas decomisadas en el Parqueadero Padilla, el cuadre de caja por las cuentas de la masacre de El Aro. En las cuentas, y en lo operativo, estuvo a la cabeza el comandante Ramiro Vanoy Murillo, alias Cuco Vanoy. De esta manera, alias el Mono, uno de los sobrenombres de Salvatore Mancuso, comandante de las ACCU y AUC, registró en recibos de pago de «Gastos del Mono a otros socios». A «Cuco por Ituango»: $16.580.600. De allí, le correspondió a Cuco el 40% de los gastos de la masacre de Ituango. En otra factura de 1997, previa a la masacre, se ven los gastos internos de guerra en equipos, uniformes, material de comunicación y transporte.

Entre los mensajes aparecieron con sus alias: Santiago, Jota, Leche, Arboleda, Federico, Tubo, quien figuró en quince mensajes. «Llamar a Jota» en veintitrés líneas distintas. Ese personaje fue comandante del Bloque Metro, según comentó Guacharaco a este medio y a él le debía su alias por obvias razones: ser el hijo del mayordomo de la finca Guacharacas.

Eran las riendas de muchos casos, pero jalaban de estas en la dirección correcta. Porque, al fin y al cabo, según el testigo estrella de la Corte Suprema, Juan Guillermo Monsalve, los creadores del Bloque Metro eran alias Tubo, Santiago Gallón, los Uribe Vélez y el comandante Jota. Todos —en coherencia— expuestos en los mensajes de beeper de Lucas desde 1997. Todos en el radar del CTI de Gregorio Oviedo y la Fiscalía regional de Iván Velásquez. 

Quiénes eran estos sujetos para la Fiscalía de Antioquia y el CTI en marzo de 1998. Las informaciones que tenían eran producto de las interceptaciones que hacía el CTI de Antioquia. Sabían que Tubo era el alias de Luis Alberto Villegas, un ganadero de Antioquia, hermano de Juan Guillermo Villegas, poderoso exdiputado en el nordeste del departamento. Alias Tubo era el patrón de Guacharaco, según lo dijo en entrevista. Le decía «don Luis», de cariño. Lo consideraba un padre. Luis Villegas pagó cárcel por conformación de grupos paramilitares. Después fue absuelto. Lo asesinó Julián Bolívar, exjefe del Bloque Central Bolívar, el 5 de diciembre de 2004.

La paradoja temporal. En el proceso de la Corte Suprema que llevó a Álvaro Uribe Vélez a la imputación por soborno y fraude procesal hay llamadas de Juan Guillermo Villegas, hermano de alias Tubo, para ayudarle con el testimonio del mayordomo, papá de Guacharaco. Villegas resultó con compulsa de copias de la Corte Suprema a la Fiscalía General de la Nación en 2018 para que lo investiguen. 

Fragmentos del informe de interceptación del CTI de febrero de 1998. Aparecen mencionados alias Arboleda, Luis Villegas y alias Jota.

A Santiago, que para los investigadores en 1998 era Santiago Gallón, lo interceptaron junto con Luis Villegas en este mismo ínterin de investigación judicial. Gallón era vecino de la hacienda Guacharacas, fue capturado en enero de 2018 por narcotráfico en Europa. Quedó en libertad por vencimiento de términos. El nombre solo, «Santiago», apareció en veintiún mensajes.

«Alias “Arboleda” —también del Bloque Metro— el cual reside en el municipio de San José del Nus y al que se puede ubicar en los teléfonos 832 31 04 de una Charcutería, 832 30 41, donde pregunta por LUIS VILLEGAS y 832 30 23 donde responden como “El Ganadero”». 

De alias Jota: «Se logró además establecer que los jefes al parecer de estos señores son dos personas que se hacen identificar con los alias de “Lucas” y “Jota”, de los cuales siempre esperan recibir ordenes (sic) y no se mueven para ninguna zona hasta que estos no los manden».

Alias Federico, quien apareció en cincuenta mensajes del beeper de Lucas, era otro miembro del Bloque Metro. «Yo patrullé con él», aseguró Monsalve en entrevista.

Juan Guillermo Monsalve, alias Guacharaco, contó en la entrevista realizada por Cuestión Pública en La Picota que su papá y él hacían labores de jornaleros en la hacienda Guacharacas la mañana del 3 de octubre de 1997. Estaban en la recuperación del lugar, pues el frente Bernardo López Arroyave de la guerrilla del ELN se lo había tomado, y lo dejó incendiado. Arrasado. Dijo que recorrían la hacienda en una misión de pacificación. Hacían la retoma de posesión del predio a pedido de Santiago Uribe Vélez. Ese mismo día, una hora después del trayecto, se encontraron con guerrilleros de ese mismo frente y fueron secuestrados durante nueve horas, según narró.

Al caer la tarde apareció el mensaje en el beeper de Lucas: «10/03/97 5:09 p.m. Por favor llamar de nuevo a Guacharaco». 

Según el propio Monsalve, todas fueron venganzas de los Uribe Vélez y los Villegas Uribe en retaliación contra todos los involucrados en la toma de la finca Guacharacas. 

Aseguró que este había sido el detonante. El secuestro le quitó el uniforme de jornalero con el que se camufló entre guerrilleros, para venderlos ante sus patrones: Luis Villegas y Santiago Uribe Vélez, información con la que se cometieron dos masacres: la de Providencia y la de El Rubí. Según el propio Monsalve, todas fueron venganzas de los Uribe Vélez y los Villegas Uribe en retaliación contra todos los involucrados en la toma de la finca Guacharacas. 

Las secuelas del secuestro que duró pocas horas lo vistieron de negro. Le dieron camuflado y fusil al hombro. Lo bautizaron de paramilitar frente a sus amigos, su familia, el pueblo entero. 

Fundido a negro. 

Sigue este especial. Espera el Capítulo 3: Guacharaco, el hombre soldado en la tercera semana de julio.