Encuentro con el delfín rosado

(26/01/2019)

María Antonieta García R. es restauradora de arte y experta en museos. Es periodista de viajes y promueve los viajes físicos, mentales y espirituales a través de las letras, las imágenes y la magia. Su blog es barajadeviajes.com
María Antonieta García R. es restauradora de arte y experta en museos. Es periodista de viajes y promueve los viajes físicos, mentales y espirituales a través de las letras, las imágenes y la magia. Su blog es barajadeviajes.com

La gente de Leticia no deja de advertir el peligro: encarnado en hombre guapo, el espíritu acuático del delfín rosado está dispuesto a conquistar el alma de las mujeres para llevarlas para siempre al fondo del río.

Aún usaba mi cámara análoga, eran los noventa y del único rollo que se salvó de la humedad no quedaron fotos del Inia geoffrensis, conocido como el delfín rosado, único delfín de río y hoy declarado como animal en peligro de extinción. Era 1999 y llegamos con mis compañeras de colegio al Amazonas en avión de carga desde Bogotá. El vuelo tomó dos horas y media, y nos asustamos cuando el avión descendió directo a la espesura de la selva. Unos tres minutos antes de aterrizar se ve el claro con la pista. Nos recibió en el aeropuerto Cápax, el Tarzán colombiano, ataviado de collares de dientes de jaguar, caimán y plumas.

Desde Leticia tomamos una lancha por el río al hotel ubicado en un lago a una hora y media selva adentro. En las noches todos los maderos parecían moverse, cientos de serpientes subían por ellos; una curiosidad aterradora pero inofensiva. Dormimos tras una tormenta eléctrica y temprano, con nuestras caras pintadas con Huito, tomamos una chalupa por una vertiente del Amazonas. Íbamos en silencio entre el ruido apabullante de la selva, que solo cesa cuando pasa la gran anaconda.

−Huele a flores, ¿qué flor será?

−Ninguna flor, se acercan los delfines rosados.

Amazonas, Colombia

Dicen los católicos que cuando se aparece la Virgen María huele a rosas, así que no es nuevo asociar un aroma a una aparición. El delfín rosado es desconfiado y su aspecto no es tierno, tiene dientes afilados en su corta y delgada trompa. Parece un poco piraña de color rosado pálido y siempre están en grupo. Durante siete días y varios encuentros no pude tomarles fotos, eran impredecibles y muy tímidos.

Soñé que me quedaba dormida en una barca en el río. Era el ánima, la sirena, el bufeo colorado que me raptó, pues desde ese día tengo sueños misteriosos en el mismo tramo del río. En la mañana me había levantado a tomar fotos del amanecer desde el muelle. El aroma floral me anunció la visita acuática, pero la emoción no me dejó apretar el disparador más de una vez. Un delfín se levantó ágilmente del agua, tan cerca que habría podido tocarlo. Se elevó de perfil, mirándome, tan curioso como yo. No sé cuántas veces subió, mientras yo sudaba frío. Salió el sol también rosado y perdió el interés, su dulce perfume desapareció con él en el agua.

*Por María Antonieta García Restrepo. Publicado primero en barajadeviajes.com como “Un delfín rosado en el Amazonas colombiano” el 28 de febrero del 2017, reeditado para Cuestión Pública.

*La Tribuna es el espacio de columnas de pensamiento de nuestros analistas y expertos en Cuestión Pública. Sus contenidos no comprometen a Cuestión Pública.