No son números son personas.

(26/05/2021)

Egresado de la Universidad Nacional de Colombia, como médico especialista en infectología, y medicina tropical de la Universida de Stadual do Sao Paulo, Brasil. Tiene master en el manejo de VIH de la Universidad Rey Juan Carlos, España y un Diplomado en Marketing Digital de la Universidad de Los Andes, Bogotá.

Por: Dr. Carlos Pérez

Hoy en día la dolorosa situación que padecemos se suma a la indiferencia del dolor humano, ahora solo se trata de contar casos y camas disponibles como la realidad de la pandemia. La comparación entre regiones, países y continentes es como si fuera una olimpiada de desgracia humana.

La típica frase “alentadora” de, “hemos mantenido estable las camas en UCI” no es necesariamente un triunfo, cuando una cama se desocupa, alguien muere, pero ante los demás es un logro en las UCIS. No se trata de tener camas y ventiladores disponibles, se trata de tener talento humano suficiente para manejarlo. ¿Acaso la solución del trasporte aéreo es comprar aviones, si no hay pilotos, gasolina, aeropuertos y torres de control? No, así sirve y no es como funciona.

La falta de interés por los enfermos es real, el trato hacia ellos se ha convertido en un número más por ser quien dio positivo para coronavirus. ¿Acaso las muertes, las familias fracturadas, la pérdida de padres, abuelos o amigos, no genera dolor en el corazón? Cada fallecido es un dolor profundo y casi irreparable. Solo en un par de semanas se pierden una familia. Y para un paciente llega la muerte sumida en la soledad y el ahogo.

Vemos como el número de casos está creciendo, aumentando la desesperanza y desesperación de estar enfermo que trae consigo no solo un dolor propio, sino el de todo un entorno familiar. El desconcierto de, ¿por qué me paso a mí?, con la incertidumbre del desenlace, ¿me puedo morir?, cuanto dolor señalar en los mapas estadísticos y en las curvas epidemiológicas que cada punto es una vida perdida, sin saber si más se van a perder o talvez, recuperar y volverá al hogar, aunque el regreso no sea el mismo.

De acuerdo con lo anterior, y mi colega el Dr. Juan Manuel Anaya con quien comparto que esta es la visión más triste de esta cruel historia, existen evidencias que demuestran que, al menos un 30 % de personas tienen afectación post COVID-19, este número puede ser superior de acuerdo al registro, pero muy poco probable que sea inferior.

Son varios los expertos que no paran de investigar las causas del contagio, sin embargo, estamos lejos aún de encontrar una solución. En términos coloquiales, nadie sale invicto de esta enfermedad, muchos por efectos psicológicos que ha dejado el haber padecido de esta patología, y otros por los daños físicos que está enfermedad deja.

Hablar de casos, curvas y comportamiento es nuestro lenguaje actual, pero debemos ser sensibles y demostrar empatía con el sufrimiento ajeno de nuestra sociedad. La falta de liderazgo se suma al alejamiento de la dura vivencia de los afectados. Esa distancia al dolor se transforma en mensajes que parecen titulares de prensa y no se acercan al sentimiento general.

No es que no se haya trabajado y obtenido algunos logros, es que lo que trasmiten algunos líderes, es como si se estuviese buscando solución a un problema común y no a un cruel padecimiento humano.

Necesitamos un lenguaje asertivo, cercano, que acompañe el dolor y que ofrezca una solución o al menos un consuelo, mensajes de condolencia a las familias y solidaridad con una sociedad que sufre.

Gobernar no se trata solo de decretos y alocuciones, es empatía y acompañamiento. No somos casos somos humanos.

*La Tribuna es el espacio de columnas de pensamiento de nuestros analistas y expertos en Cuestión Pública. Sus contenidos no comprometen a Cuestión Pública.