Rodolfo y la transparencia susceptible

(08/06/2022)

Por: Camilo Vallejo Giraldo
Editor legal de Cuestión Pública

Que se diga Rodolfo Hernández es el candidato de Tik Tok, como lo tituló el Washington Post, no dista mucho de que sea el candidato que más hostilidad ha mostrado contra la prensa en los últimos días, como lo alertó la FLIP. Son movimientos de las misma coreografía.

Apenas tuvo los focos encima, después de colarse en primera vuelta, Hernández pareció patear todos los tableros del debate y de las contrapreguntas, y se devolvió a vivir a las coreografías y al “relocos papi, relocos”. Cuando no le queda otra que salir a entrevistas, ha mostrado una actitud de censura, como lo contó Emmanuel Vargas en La Silla Vacía. En realidad, ejerce la suficiente agresión contra periodistas que le permita entorpecer la interacción. La hostilidad parece más un síntoma de susceptibilidad: menos lo que quiere silenciar al otro que lo que quiere evitar la incomodidad de ser escrutado. La censura contra quien pregunta es cierta histeria por haber fracasado en su fantasía de huir de la aparición.

El relato sirve para entender ese lugar entre huida y animadversión de algunos líderes frente a sus apariciones en medios. Políticos susceptibles, frágiles. Solo consienten hablar en espacios en los que tengan el control, que no le entreguen la palabra al otro, que no les vayan a refutar, a cambiar la agenda, a contrapreguntar, a incomodar. Proliferan los canales, las historias, las páginas, los streaming, mientras entran en extinción las ruedas de prensa, las entrevistas y los debates. Pero no es por avance tecnologíco, es por retroseso democrático.

Su caso, además, prueba que esto de la susceptibilidad no es un rasgo de políticos millennials, jóvenes, como se lo suelen endilgar al Quintero de Medellín, al Marín de Manizales, al mismo Duque de la Casa de Nariño o al Bukele de El Salvador. Como se nota, tampoco tiene que ver con izquierdas o derechas. En realidad es lo que han traído las redes a la política, con lo que los proselitismos, de todas las edades, descubrieron todavía más réditos en la sobreexposición pero sin diálogo.

Arman libretos, montan su propias luces, se autoentrevistan, se hacen atractivos a punta de filtros y bailes, y hasta se dan la oportunidad de repetir la toma y editarse. Incluso en video se dan el lujo de atacar contradictores sin tener que someterse a la explicación o a la refutación. Muchas veces todo esto con equipos y profesionales pagados con recursos públicos. Otras veces pagando, con los impuestos, productores y agencias que hagan videos con sonrisas ciudadanas en primer plano y tomas apoteósicas de dron. Con mucho de estética que adorne la propaganda, y poco del mensaje concreto que rinda cuentas.

Lo grave de esta transparencia susceptible, la que se queda en las redes y no asiste al diálogo, es la afectación a la libertad de informarnos de asuntos públicos. Si algo tiene el poder de escrutar y controlar a los funcionarios, es el de preguntarles. Reclamarles, contradecirlos, pedir que concreten, que completen, mostrarles sus puntos débiles o sus incoherencias.

Pero eso es que dentro de las premisas de un gobierno abierto no solo está el de divulgar información a secas, en página web, en comunicados o en respuestas a peticiones escritas. Por algo es que debe estar acompañado de la participación ciudadana y la rendición de cuentas (que hace poco es presentada como “responsabilidad pública”). Esto porque la sola transparencia de entregar información no resuelve la demanda democrática de control al poder. “La transparencia en sí misma no es transparente. Tiene una parte trasera. La sala de máquina de la transparencia es oscura”. Escribe Byung-Chul Han en Infocracia.

El rol que cumplen los escenarios de rendición de cuentas y participación, como una entrevista o un debate, son el complemento ideal para darle luz a esa sala de máquinas que se quedará oscura si no la llenamos de debate público. El accountability, que hemos intentado traducir al español como rendición de cuentas, suele ser definida con otra palabra en inglés que me gusta más: answerability, traducida como responsabilidad . Viene de answer, respuesta, en español. Una noción de que rendir cuentas y ser responsabilidad en lo público es también responder, en donde sea, punto.

El V-Dem Institute lo ha venido definiendo bien. Reconoce que la rendición de cuentas no es solo la que se surte ante entidades de control fiscal, disciplinario o político. Existe también la “rendición de cuentas diagonal”, que se hace frente a la sociedad civil y los medios de comunicación. En la que es indispensable salir de la sola entrega de información y más bien responder las contrapreguntas y debates que se susciten. En la que deben defenderse, además, el derecho a la libertad de prensa, de expresión y de reunión de quienes son los interlocutores naturales.

Esta semana, a Rodolfo le salió el tiro por la culata. En uno de esos streaming prefabricados, sin interlocutores, se le ocurrió decir que en su gobierno trabajaría hasta 11 horas, con media hora de almuerzo. Algunos entendimos que se refería a un reforma laboral para todos los trabajadores o a un cambio en los horarios de los funcionarios del ejecutivo. Horas después le tocó salir a aclarar que se refería solo a su horario laboral y al de su vicepresidenta. Si hubiera tenido un periodista ahí que le contrapreguntara, que le pidiera que aclarara, si no tuviera sufriera de esa transparencia tan susceptible, ¿cuánto se habría ahorrado?