(13/09/2020)

Seis monólogos relatan cómo el joven terminó herido de bala y tirado dos horas en el asfalto hasta morir

Para la reconstrucción de esta historia participaron los testimonios de José Edilberto Hernández, padre; Edwin Andrés Hernández, hermano mayor; Juanita Arbelaez, defensora de derechos humanos; Argelis González, domiciliario y colega;  Laura y Julián, dos habitantes del barrio Verbenal, Usaquén, que estuvieron presentes en la manifestación del 9 de septiembre.

Al igual que mi hermano Cristian, yo también trabajo con Mensajeros Urbanos. Él llevaba un año trabajando con la aplicación [app digital]. Somos independientes y teníamos nuestro propio horario para trabajar haciendo domicilios en bicicleta que nos llegan a través de la aplicación. Ese día estuvimos todo el tiempo en la casa. Como el trabajo en la app estaba flojo le dije que mejor madrugáramos a trabajar al día siguiente, pero le llegó un servicio desde el centro comercial Santa Fe para dejarlo en la calle 188 con carrera 11. Era el primer y único domicilio que debía hacer ese día, pero ni siquiera alcanzó a entregarlo.

A los quince minutos de que le llegó el domicilio a Cristian yo tomé un servicio desde el Colsubsidio de Mirandela en Suba [a unos 15 minutos en bicicleta desde Verbenal] pero en el camino se canceló. De regreso a la casa, por el puente de la ciclovía, se me apareció una señora que me dijo que no cogiera por la calle 186 porque estaban que tiraban bala. Para mí fue un ángel y le hice caso. Llegué a la casa sobre las 8:40 p.m., conecté mi celular al Wi-Fi y me dí cuenta que había una transmisión por redes sociales de lo que estaba pasando en el CAI* y la vi. Con mi hermana Lina Marcela vimos que Cristian pasó en la bicicleta pero no nos preocupamos porque él iba era a hacer un domicilio cerca de ahí, no era parte de la marcha.

En la transmisión comenzaron a gritar “¡Un muerto, un muerto!” Y cuando la persona que estaba haciendo la transmisión enfocó la cara, mi hermana y yo reconocimos el tapabocas de mi hermano y dijimos: “Ese es Cristian.”

***

Cuando nos enteramos que le habían disparado llegamos corriendo para verlo, vivimos a tres cuadras de donde pasó todo. Unos policías me impidieron el paso con una moto, no me dejaron acercarme, me pararon, me pegaron con bolillo y me lanzaron una piedra o un palo que me dio en la espalda. A mi hija Lina Marcela también le pegaron, su cuerpo está lleno de morados. Ella llegó a abrazar al hermano que se estaba muriendo. Mientras lloraba un policía dijo “usted también se muere y se va para el infierno porque yo lo maté”, así le dijo el maldito policía.

Él aún estaba vivo, estaba respirando. Alcanzó a hablarle y a decirle “le recomiendo [a] mi hija”. El ocho de diciembre de este año va a cumplir dos añitos y se quedó sin papá. Ella y otra niña de siete años.

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Tengo 57 años, los cumplí el siete de septiembre. Mi Cristian me celebró el cumpleaños y me lo mataron dos días después la noche del nueve de septiembre.

Antes de que todo pasara vi a mi hijo por última vez sobre las 7:00 p.m. cuando llegué de trabajar. Creo que esa era la hora, en este momento se me olvida todo. Guardé la buseta del SITP provisional con la que trabajo y me lo encontré. Nos saludamos. Me dijo que no le había salido trabajo y yo le dije que no hiciera nada más ese día. Me dijo que iba a hacer un domicilio cerca y que después nos encontrábamos en la casa.

Lee aquí la historia de Julieth Ramírez Meza, murió de manera instantánea luego de recibir un impacto de bala en el pecho.

Mi hijo iba en bicicleta, ya iba llegando a los árboles de la esquina [en el parque el Verbenal] y dos policías lo arrastraron [hasta la calle 186 con carrera 19] y le pegaron un tiro en la cabeza. Lo ejecutaron.  Duró más de dos horas en el suelo sin que dejaran que alguien se acercara a auxiliarlo, los policías nos ahuyentaban a bala y a piedra.

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Tengo 26 años, al igual que mi colega que murió la noche del nueve de septiembre. Yo grabé cuando él aún estaba respirando. Dijimos “¡Está vivo, está vivo!” Eso se escucha en los videos y en la transmisión en vivo. Al ver a mi colega en el suelo comencé a llamar para pedir una ambulancia. Un policía amenazó con matarme si seguía llamando a una ambulancia y también amenazó a todos los compañeros domiciliarios que llegaron al lugar: “A los que nos estén grabando los vamos a matar.”

Cuando por fin llegó una ambulancia no la dejaban pasar. Estaba trancada [en el Canal Torca, en la calle 186 con carrera 20]. A las 9:40 p.m. nosotros [los domiciliarios] estábamos acá diciendo “necesitamos entrar la ambulancia.” Muchas personas se dieron cuenta que los policías atravesaron motos para impedir el paso. Pedimos que la dejaran pasar y gritaba la Policía “no importa, se mató a un perro.”

Al día siguiente un policía me reconoció y me dijo “tú, al igual que el otro Rappi que yo maté, te voy a pegar un tiro en el pecho en tu propia casa.”

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Al ver que no llegaba la ambulancia y que la Policía no nos dejaba acercarnos hacia donde estaba mi hermano me fui para el Hospital Simón Bolívar [en la calle 165, a 15 minutos en carro desde el lugar donde le dispararon a Cristian] para pedir una ambulancia. Había muchas ambulancias parqueadas ahí y les dije a las personas que estaban ahí: “Por favor, por favor una ambulancia para el CAI del Verbenal.” Pero no me ayudaron, solo me dijeron que tenía que pedirla llamando al 123. Al rato me dijeron que en el punto ya había una ambulancia pero que no la dejaban pasar.

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Vi por Twitter que en la manifestación del CAI del Verbenal necesitaban acompañamiento de Derechos Humanos. Como vivo en Usaquén decidí tomar mi carné, el chaleco y nos fuimos para allá con mi hermano, que también es defensor de los derechos humanos. Llegamos sobre las 10:30 p.m., sabíamos que había un muerto pero no nos imaginábamos la escena que íbamos a encontrar.

Vi el cuerpo de Cristian tendido en el suelo y su familia llorándolo. Su papá estaba en estado de shock, pedía justicia y acompañamiento. Vi cómo los policías se burlaban, se reían mientras su hermana lloraba sobre su cuerpo.

Cuando llegaron los del CTI [Cuerpo Técnico de Investigación] solo dos o tres personas hicieron el levantamiento del cuerpo. Fue muy rápido: no hicieron croquis, le tomaron dos fotos, echaron el cuerpo en una bolsa y lo subieron al camión. Hernán Velandia, el funcionario del CTI encargado del caso, le dijo a los familiares de Cristian que no enviaran videos, que no dieran información ni rindieran declaraciones a nadie. Ni siquiera al mismísimo [presidente] Duque.

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Nosotros somos cuatro hermanos. Tres varones y Lina es la menor. Hace un mes unos policías cogieron a mi otro hermano menor, se lo llevaron al CAI y le pegaron. Ocho días después mi hermana y yo íbamos caminando por ahí y nos iban a coger, yo me escapé y a mi hermana le dijeron: “Si su hermano se deja encontrar me las va a pagar.”

Queremos quitar el CAI, ellos abusan de nosotros, de la comunidad y maltratan a los muchachos del barrio. No queremos que los policías vuelvan por acá. No nos defienden, nos matan.

➤Lee aquí la segunda entrega del especial «La noche del 9S»

Pero la noche del nueve de septiembre, los policías no solo mataron a mi hermano. También le quitaron la plata que tenía en el maletín, la cédula, el celular e incluso le quitaron el domicilio que llevaba, eran unos medicamentos.

Los del CTI no hicieron croquis, yo no sé mucho pero el procedimiento fue muy rápido, no lo hicieron completo. Lo metieron a una bolsa como a un animal y lo envolvieron con mucha cinta. Mucha, mucha cinta, como si no quisieran que nadie lo pudiera sacar. Lo echaron al carro y se lo llevaron. No sabemos si también le quitaron el maletín o si quedó con mi hermano en la bolsa.

Queremos quitar el CAI, ellos abusan de nosotros, de la comunidad y maltratan a los muchachos del barrio. No queremos que los policías vuelvan por acá. No nos defienden, nos matan.

Yo no pude dormir. A las 5 a.m. salí a recorrer el barrio y habían al menos 30 policías en la calle y otros en el CAI, creo que ellos recogieron todas las piedras que quedaron de la protesta o mandaron a limpiar todo eso a alguien más. Les iba a tomar una foto pero me dio miedo, estaba solo.

***

[Domingo, septiembre 13.] Ahora no puedo hablar, señorita, discúlpeme. Me entregaron el cuerpo de mi hermano y lo estoy llorando aquí. Nos retiramos de [la funeraria] Capillas de la Fe para pagar un servicio costoso aquí donde los ricos [en el norte de la ciudad]. Le compramos ropa nueva para que se viera bien y no se la pusieron, tiene la misma ropa que tenía cuando me lo mataron. ¿Y sabe qué es lo peor? No le podemos ver la cara, los del CTI me lo chuzaron y tiene la cara desfigurada. Él siempre sonreía a pesar de los problemas y ya no le puedo ver la sonrisa.

¿Sabe qué está pasando? La Fiscalía está cogiendo a testigos, los encierran en un cuarto y les dicen que se atengan a las consecuencias si siguen hablando. La Fiscalía los está amenazando, a testigos que dicen la verdad. ¿Por qué no hacen eso con la familia [de Cristian]? ¿Por qué no me llaman a mí a ver si me dicen lo mismo? [Solloza].

Llevo mucho tiempo sin dormir. Esta mañana no me pude levantar de la cama, ya no puedo ni caminar, quería gatear, ya no tengo fuerzas. La gente me pregunta yo cómo hago, pero es él el que me tiene de pie. Él me está dando fuerzas.

Técnica y tratamiento: Los monólogos de esta historia fueron construidos a través de entrevistas. Los testimonios brindados por los familiares, testigos y profesionales entrevistados recibieron un tratamiento de edición de estilo y se agregaron algunos datos de contexto como fechas, direcciones y distancias.
Fecha de las entrevistas: Reportería del jueves, 10 de septiembre. (1:20 p.m. – 8:40 p.m.) Entrevistas telefónicas y por Whatsapp: viernes 11 y domingo 13 de septiembre.
Lugar de las entrevistas: Barrio Verbenal, en Usaquén. (Calle 186 con carrera 19). Hablamos con más de diez personas entre profesionales, familiares y manifestantes. También consultamos más detalles a través de llamadas telefónicas y chats de Whatsapp.
Autora: Ingrid Ramírez Fuquen (@_iramir_).

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