FRONTERAS, AUTONOMÍAS Y LÍNEAS RECTAS

Iniciaron esta semana en Bogotá los Diálogos Amazónicos Regionales, espacio de discusiones sobre la Amazonía alrededor de asuntos como gobernanza, sistemas de conocimiento, financiamiento, biodiversidad, participación social, seguridad, monitoreo de recursos naturales, economías amazónicas, soberanía y seguridad alimentaria, entre otros.

FRONTERAS, AUTONOMÍAS Y LÍNEAS RECTAS

(22/08/2025)

Foto: Felipe Rodríguez- Gaia Amazonas.

Diálogos para dibujar un nuevo mapa en la amazonía colombiana.

Coordinador de ordenamiento territorial y  conectividad 

Fundación Gaia Amazonas.

Por: Gustavo Adolfo Carrión Barrero.

Iniciaron esta semana en Bogotá los Diálogos Amazónicos Regionales, espacio de discusiones sobre la Amazonía alrededor de asuntos como gobernanza, sistemas de conocimiento, financiamiento, biodiversidad, participación social, seguridad, monitoreo de recursos naturales, economías amazónicas, soberanía y seguridad alimentaria, entre otros. Al final de esta misma semana tendremos también en la capital la quinta reunión de presidentes de los Estados Parte del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), incluyendo reuniones de instancias de cooperación y múltiples actores, en donde se espera  recoger conclusiones de los diálogos para la toma de decisiones por parte de mandatarios y cancilleres, respecto al futuro de este amplio territorio. 

Los diálogos y el encuentro de presidentes de la panamazonía, brindan enormes oportunidades para acciones conjuntas entre los Estados y una visión regional.  Sin embargo, en las últimas semanas la discusión desde la Amazonía Colombiana se ha centrado más en las alertas por el hecho de que el río Amazonas pueda dejar de pasar pronto por Colombia y en los efectos que eso tiene en cuestiones de soberanía nacional, lo cual ha derivado en tensiones diplomáticas en los límites con el Perú. 

Los medios de comunicación se llenaron de mensajes y tensiones entre presidentes, pero también de llamados a la guerra por algunos candidatos en campaña electoral desde  ambos lados de la frontera, unos más histriónicos que otros. Relatos y conflictividades que probablemente tengan implicaciones en el logro de mensajes comunes esta semana.

Estas tensiones en el trapecio Amazónico y en general aquellas dadas por límites transfronterizos entre Estados amazónicos, con tanta línea recta dibujada en tratados centenarios, repiten un viejo debate que está en cualquier rincón del mundo occidenta. La soberanía nacional basada en tesis de defensa del interés de Estado y de límites imaginarios, tesis que muchas veces niegan visiones de conjunto, invisibilizando biomas y regiones ambientales estratégicas que nada entienden de fronteras y si de conectividad, movilidad y flujos.

Límites inmóviles, cartografías dibujadas luego de guerras, fronteras que en lugar de unir se ven como mecanismos para separar, poco ayudan a enfrentar articuladamente las amenazas por deforestación, minería, fragmentaciones ecosistémicas, crimen organizado y alertas por colapsos en la Amazonía. Conversaciones difíciles en medio de una diplomacia aún más difícil y una selva que exige compromiso y acuerdos.

Tampoco hay una forma fácil de resolver estas tensiones y para ello son las vías diplomáticas. Lograr acuerdos requiere de creatividad y enfocarse en propósitos más grandes desde cada Estado, tales como la protección del bioma amazónico dando respuesta a las alertas sobre el punto de no retorno. Seguir haciendo todo como se ha hecho siempre, sin entender el impacto de estas decisiones en el territorio y su población, solo ayudaría al desastre, a las crisis y a la pérdida de la selva.

La ausencia histórica de Estados que hoy defienden su soberanía y sus límites en la región, nos invita a reflexionar sobre las relaciones entre la construcción de esos Estados y el mismo concepto de soberanía. ¿Acaso no es claro que la construcción del Estado, que involucra la afirmación de esa soberanía, debe darse desde adentro, desde los territorios y la población? ¿Las ideas para solucionar la crisis no deberían contar también con los pueblos y comunidades que habitan, se mueven y recorren esas líneas/fronteras imaginarias, y que han conservado el bosque y sus culturas durante siglos? ¿No existe en Colombia una relación explícita entre autonomía territorial, entidades territoriales y construcción de ese nuevo Estado? Algo de eso debería discutirse esta semana de diálogos y encuentros entre mandatarios.

Se necesitan miradas alejadas de visiones que no sean solamente de defensa militar a lado y lado de las fronteras, con líneas que parecen hechas para desfiles de guerra y tropas militares, como ha ocurrido en años anteriores. Una mirada que avance hacia la construcción desde abajo, desde los territorios, desde la pluralidad, desde la autonomía y la autodeterminación de pueblos para la construcción de ese Estado realmente moderno que haga la paz con las aguas, las culturas, y la biodiversidad. Un entendimiento de las fronteras como puntos de encuentro y diálogo, que construya pactos comunes con los demás Estados, y que dé un atisbo complementario a las relaciones entre territorio, gobierno y soberanía, y que incluso los fortalezca. 

Sobre ese aspecto es mucho lo que el pueblo indígena Tikuna, Magüita, nos ha enseñado, perviviendo sin distinción sobre las fronteras entre Brasil, Colombia y Perú. Hace 34 años la constitución política nos brindó unas herramientas que pueden aportar a la construcción de esta senda: la autonomía territorial como principio fundamental para la organización del Estado con el reconocimiento de diversas entidades territoriales y la obligación de revisión periódica de límites internos, como un mandato que no hemos logrado estrenar en Colombia, pero que serviría mucho en estas circunstancias.

El ejercicio de la autonomía y la revisión del mapa interno, ya está marchando en los últimos días. Un nuevo mapa político administrativo de la Amazonía colombiana emerge desde varios gobiernos indígenas que están a la espera de la formalización de sus Entidades Territoriales Indígenas, para el reconocimiento, reivindicación y protección de saberes, tradiciones, de las diversas formas de organización del país y de un ordenamiento territorial para la vida.

Lo anterior junto con el reconocimiento de formas distintas a la municipalización, la revisión del rol de departamentos, y el reconocimiento de la presencia de otras territorialidades y poblaciones campesinas, afrocolombianos, juntas de acción comunal, defensores ambientales, organizaciones de la sociedad civil, y tantos otros, que vienen dibujando un nuevo mapa desde el que se cimienta una mirada renovada al ordenamiento del territorio amazónico.

Esta deuda histórica que hoy se está saldando, en la práctica puede servir, entre otras cosas, como puente para un nuevo relacionamiento con las fronteras amazónicas y el abordaje de la soberanía y sus cartografías. Un mapa que cambia en Colombia, para proteger la selva, sus sistemas de conocimientos y la conectividad ecológica y social. Un mapa que se movió como las fronteras vivas, como la vida y el agua, que protege lo que hay que proteger, y que propone rutas para enfrentar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad desde nuevas formas de administración del territorio, ad-portas de las discusiones de la COP 30 de cambio climático en Belén de pará.

Promover un nuevo ordenamiento territorial desde las entidades territoriales indígenas y demás pluralidades amazónicas, que consolide otro tipo de soberanías y una oportunidad para dar un mensaje contundente desde Colombia al mundo esta semana, protocolizando las 10 primeras entidades territoriales indígenas y poniendo en marcha ese nuevo mapa de la Amazonía para ese nuevo Estado.

Un llamado en el centenario del nacimiento de Orlando Fals Borda, quien nos señaló la ruta insistiéndonos que las fronteras son espacios vitales de transición y móviles, que los límites hay que revisarlos, que la autonomía territorial es el fundamento para una nueva República y que desde la Amazonía se tiene ese nuevo amanecer territorial, ese Kaziyadu.