Médicos violentan sexualmente a mujeres en Florencia sin que nadie los detenga
(15/12/2021)
Volcánicas recibió cinco denuncias de violencia sexual en contra de cuatro médicos que trabajan en distintos centros de salud en la capital del Caquetá, Colombia. Una mujer asegura haber sido víctima de violación; tres refieren abuso sexual y una más acoso sexual. Las agresiones ocurrieron entre 2013 y 2021 y en todas las versiones conocidas hubo un aprovechamiento por parte de los presuntos victimarios de su posición de poder como médicos especialistas.
Este texto se produjo en el marco de la primera edición de la beca de periodismo investigativo Ana Cristina, iniciativa de Cuestión Pública en alianza con la Fundación Heinrich Böll.
En Florencia las violencias sexuales ejercidas por los médicos (como acoso, tocamientos y abusos) son prácticas tan comunes que se convirtieron en un secreto a voces. Les habitantes cuentan que los doctores son “como coquetos” y que a veces “se les va la mano” con las pacientes. Hay quejas formales y denuncias en las instituciones de salud en donde trabajan, pero en Fiscalía y en Medicina Legal, no pasa nada.
“Me preocupa porque tengo una hermana de 18 años, que no ha tenido su primera experiencia de ser revisada por un ginecólogo, pero la va a tener. Me muero donde alguno de ellos la toque”. Comentó Paola, una de las denunciantes. Y añadió: “No es justo con mi hermana ni con las otras mujeres que tenemos que hacernos exámenes ginecológicos: es una responsabilidad con nuestro cuerpo, pero que al cumplirla pasemos por un momento tan maluco y tan incómodo. No tiene por qué ser así”. Por el trabajo periodístico realizado, todo parece indicar que para las mujeres de Florencia el acceso a la salud está mediado por la violencia sexual y esto hace que muchas tengan que escoger entre una agresión sexual o el deterioro de su salud.
Las historias de este reportaje transcurren en Florencia, capital del departamento de Caquetá y municipio más poblado del suroriente del país, con más de 170.000 habitantes. Por su ubicación geográfica entre la región Andina y la Amazónica, a 12 horas en carro desde Bogotá, es conocida como “la puerta de oro de la Amazonía colombiana” y, por ese privilegio geográfico, ha sido altamente golpeada por el conflicto armado. Como en muchas ciudades alejadas del centro del país, hay una enorme desigualdad y la violencia está latente entre sus habitantes.
Los relatos de las cinco denunciantes muestran cómo las diversas estructuras de poder tienden a favorecer la impunidad de los presuntos agresores. Las pacientes son puestas en una situación de intimidad con los doctores, quienes tienen una autoridad académica y profesional sobre ellas. Las mujeres que trabajan en el cuerpo médico también son vulnerables a los avances sexuales no consentidos de sus superiores y colegas, indicando que la violencia sexual del cuerpo médico no está limitada a las pacientes ni a las especializaciones que tratan con el aparato reproductor y órganos sexuales de las mujeres, sino que se extiende a todas las especialidades médicas.
La violencia sexual es rutinaria en los consultorios médicos en donde los doctores se aprovechan de su autoridad, de la vulnerabilidad de sus pacientes y de contar con espacios sin testigos para cometer sus actos.
Denuncias contra Elías Rojas Falla, médico especialista en Urología
Rojas Falla es un hombre adinerado y poderoso que, según dicen las fuentes contactadas para este reportaje, tiene un oligopolio médico con Emiro Guzmán, al ser ellos dos los únicos urólogos en Caquetá.
Las fuentes también señalan que Rojas es dueño de Urocaq E.U. IPS, constituida en septiembre de 2002 con un capital de $10 millones, según consta en la Cámara de Comercio de Florencia. Esa clínica pasó de reportar activos por $15 millones en 2010 a más de $1.000 millones en 2011. Actualmente tienen activos por $4.500 millones. Volcánicas consultó en la Cámara de Comercio de Florencia y encontró que quien figura como gerente y fundadora de Urocaq es Piedad Constanza Letrado Perdomo, esposa de Rojas Falla.
A nombre de la pareja de esposos figuran tres propiedades. Una en el barrio Las Avenidas, que tiene la misma dirección de Urocaq; un lote en la carrera 8B #6 y otro sin dirección que comparten en ambos registros y que podría ser su vivienda, una propiedad distinguible porque en la puerta principal tiene marcadas las letras ER (Elías Rojas). La casa cuenta además con un muro alto que impide ver hacia el interior y un alambrado eléctrico que rodea la propiedad. Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, dicho lote tiene 3.841 metros cuadrados de extensión.
En la Superintendencia de Notariado y Registro, buscando por el número de NIT de Urocaq EU IPS, aparecen tres propiedades más.
En la página web de la Rama Judicial, Elías Rojas figura como demandado en dos procesos. El primero tiene que ver con la presunta responsabilidad “por la pérdida de capacidad de procrear” de un paciente hombre “como consecuencia de una cirugía”. El segundo es una demanda del Instituto Cardiovascular Oftalmológico por una “pretensión por tres cheques” que sumarían más de $25 millones. En ambos casos él no es el único demandado. En 2018, tuvo una queja ante el Tribunal de Ética Médica que no prosperó por falta de mérito.
Volcánicas envió un derecho de petición a la Fiscalía General de la Nación indagando por todos los procesos que cursan contra Elías Rojas Falla. En la respuesta, la institución señaló que lo solicitado “constituye información pública clasificada” cuya divulgación pone en riesgo el derecho a la intimidad.
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Denuncia 1
Marta, 56 años, víctima de abuso sexual
Fue el 13 de diciembre del 2013. Yo había tenido una cirugía de riñón por cálculos renales y duré casi un mes con un catéter que me tenían que retirar. Me dieron cita con el doctor Elías Rojas en Urocaq, la clínica de él.
Él me retiró el catéter y me dijo: “Bueno, señora Marta, acaba de parir un lindo catéter”. Me dijo que estaba lista y me indicó que podía cambiarme, entonces fui al baño a quitarme la bata. El doctor estaba diagonal al baño, dentro del consultorio, y se estaba cambiando la bata de procedimientos para ponerse la bata normal, la blanca. Cerré la puerta y luego sentí que la empujaron, era él. Iba en calzoncillos brincando en un solo pie. Me empujó contra la puerta y me dijo: “¿Por qué cierra la puerta? Si es que no tiene nada de malo, yo soy su médico, no le dé vergüenza”. Yo le dije “Sí, claro”, sin embargo, la ajusté. Luego él me dijo: “No te pongas los cuquitos porque necesito revisarte ahora en el consultorio”.
Yo tenía demasiado dolor por el catéter que me había retirado, andaba medio ida. Mi hermana me preguntó qué pasaba y le dije que el doctor me había retirado el catéter, que me iba a examinar y que estaba muy adolorida. Entonces entré al consultorio, el doctor echó pasador y yo pensé que era normal, seguramente para que no entrara nadie. Me dijo: “Acuéstese doña Marta, tranquila, relájese y quítese la ropa interior”. Yo vi normal todo hasta ahí.
Me dijo: “Doña Marta, voy a hacerle un tacto”. Le dije que bueno y empezó a decirme “doña Marta, ¿usted no ha tenido relaciones íntimas últimamente?”, le respondí que no y preguntó: “¿Y usted no tiene una pareja estable?”. Le dije que no y me respondió: “Pero debiera hacerlo”. Yo pensaba “pero por qué me pregunta eso si estamos en otra cosa, en un procedimiento médico.” Después me dijo:
— Bueno, doña Marta, necesito que se excite.
— ¿Pero cómo así, por qué?
— Es que voy a hacerle un examen y necesito que se excite. Si usted no tiene una pareja estable, debería conseguir un hombre o una mujer, o masturbarse.
— ¿¡Perdón!?
— Pero no se enoje, no se enoje. Es algo normal.
— Pero, ¿por qué me está diciendo eso?
— No, nada. Es cosas de médicos.
Entonces empezó a decirme que yo era una persona muy bonita. Cuando me fui a levantar dijo: “No, relájese, es que le estoy haciendo un examen”. Entonces yo vi que él ya empezó con otra cosa, ya como a manosearme mucho y yo “no, no, no, yo me voy a levantar”.
Entonces él me puso la mano encima y me dijo “No, espere”. Después me dijo que si quería él me acariciaba para que me excitara porque necesitaba que me excitara, me dijo que contrajera la vagina. Que la apretara y soltara. Y yo le pregunté: “¿Para qué?, ¿qué necesita saber?”. Me respondió que era un ejercicio y me dijo: “Si quiere la penetro”. Le dije: “¿Perdón? ¿Qué es lo que le está pasando a usted?”. Dijo: “No, no, no, nada”. Entonces yo estaba con la mano en la camilla, cuando él me cogió la mano y me dijo: “Es que mire usted cómo me tiene” y me hizo que le tocara el… Entonces yo intenté levantarme de la camilla y le dije: “Deme permiso, deme permiso”, dijo: “Ay, no se ponga así. No vaya a pensar nada malo, eso es que yo soy su médico”.
Él me dijo cuanta cosa quiso. Son muchas cosas las que me dijo pero que yo no las digo todas porque a mí me da vergüenza. Me iba a bajar de la camilla y él me dijo “venga y le ayudo a colocarle las chanclas”. Ya de mal genio le dije no señor, yo puedo. Entonces me dijo: “No se ponga así, no vaya a pensar cosas malas, son cosas de médico. Te espero dentro de ocho días otra vez acá. Yo te voy a regalar un medicamento y te espero acá. No lo tomes a mal, pero de verdad estás muy bonita, si no tienes pareja, mira a ver qué haces”.
Salí del consultorio y afuera estaba mi hija. Yo estaba temblando de la rabia. Le dije “vámonos, vámonos”, y me preguntó “mami, ¿qué pasó?”. Me dio pena decirle porque ella era menor de edad. Llamé después a mi hermana Alba a contarle todo y le pregunté “¿qué hago?”. Ella me dijo que algo había que hacer, que eso no se podía quedar así, que eso era un abuso. Y sí, eso es verdad, yo no quiero que le pase eso a otra muchacha, a una hija mía. Él me cogió y me manoseó como quiso y me decía que cerrara los ojos y todo. Yo me siento incómoda al contarlo, porque yo ya estoy vieja para salir con esto que me pasó, y me quedé un tiempo callada.
No quise volver a urología y me descuidé por completo. El problema de salud que tengo es crónico, dejé pasar un tiempo para volver al médico. Volví a ir cuando vi que no podía más y encontré un urólogo muy bueno, que ya no trabaja en Caquetá, y que me operó de cálculos la segunda vez. Le conté al doctor y a una enfermera lo que me había pasado con Elías.
En el hospital después de la segunda cirugía hablé con varias señoras a las que iban a operar. Les dije: “Uy, ojalá este médico no nos vaya a salir como el otro”. Entonces una señora dijo: “¿Cuál urólogo, no será el tal Elías Rojas?”. Le dije “sí, ¿por qué?”. Respondió: “Ay, ese señor es una porquería”. Le pregunté: “¿Y eso por qué? ¿Qué le pasó a usted?”. Y me contó: “Me manoseó, me dijo que estaba muy bonita y esto y lo otro”. Los médicos se quedaron mirando porque nosotras nos pusimos a hablar duro entre nosotras y una enfermera codeaba a la otra dizque “oiga”. Entonces me dijo: “¿Verdad le pasó algo con ese médico?”. Y yo le dije que sí, que él es un depravado, un degenerado. Entonces alguien del hospital que me escuchó me preguntó si yo quería grabar un video y decir lo que me había pasado porque varias personas les habían dicho lo mismo.
Entonces yo hice un video contando lo que me había pasado con Elías y lo subieron a las redes sociales. Luego ese señor me llamó y me dijo:
— Buenas, ¿hablo con doña Marta?
— Sí señor, qué necesita.
— Doña Martica, habla con el doctor Elías Rojas. Necesito hablar con usted porque tengo un problema muy grande.
— ¿Ah sí? ¿Grande? Quién lo manda de degenerado y depravado. Usted es un sinvergüenza. A usted no le da vergüenza hacer lo que hace con las mujeres.
— Ay doña Marta, yo necesito hablar con usted porque tengo problemas con mi mujer en muchos sentidos.
— No señor, el día que yo hable con usted será en un juzgado.
— Veámonos en un sitio público.
— No señor, yo con usted no tengo nada en absoluto que hablar.
Dejé pasar un tiempo hasta que hablé con un amigo abogado y le conté lo que me pasó con el doctor Elías Rojas. Me dijo: “Eso es un delito muy grande. Demándelo penalmente”. Le dije que yo sabía de varias personas que les había pasado lo mismo. Cuando se subió el video a las redes sociales una señora, Janeth, me escribió por Messenger y me comentó que había vivido casi lo mismo. Ese señor la iba a tocar y ella dijo: “Ay, me duele. Lo que pasa es que hace poco tuve una cirugía”, y el tipo le dijo: “Ay no, entonces dejemos así”. No alcanzó a manosearla porque ella tenía algo en la vagina y me dijo que a la hermana también le pasó lo mismo con Elías Rojas.
Una amiga mía que ya murió también fue a una cita con él y le pasó lo mismo. Le dijo que se quitara los cuquitos. Ella se acordó de lo que yo le conté y le dijo “no doctor, es que yo estoy con el periodo”. Y él dijo: “Ay no, quedémonos entonces así”. Ella también dijo que declaraba en contra de él porque seguramente iba a pasar lo mismo que conmigo. También había una enfermera en el hospital María Inmaculada que me dijo, venga Marta, ¿es verdad que usted tuvo problemas con Elías? Le dije: “Problemas no, pero sí tuve acoso por parte de él, me manoseó, hizo que lo tocara”. Dijo: “Sí mamita, yo le creo porque ese es el vicio de él, ha tenido varios inconvenientes con gente por eso y ha tenido demandas pero no progresan”.
También hablé con la directora de Caprecom, que era mi EPS, para poner una queja y le dije que quería ponerla en conocimiento de lo que me había pasado con ese médico. Lo que me contestó ella me dolió, quedé decepcionada porque me dijo: “Mamita, definitivamente nosotras las mujeres tenemos que pasar por eso. Eso es normal que nos pase a nosotras”. Le dije: “Qué pena doctora, para usted será normal pero para mí no”. Puse la queja pero ella nunca me dio una respuesta. Nunca me llamó.
En junio de 2017 fui a poner una denuncia en la Fiscalía en Florencia [pero asignaron la investigación a un despacho en Bogotá]. Supe que desde la Fiscalía en Bogotá llamaron a Janeth para preguntarle si mi testimonio era cierto y le dijeron que le iban a tomar una declaración por lo que ella vivió con Elías. Pero no la volvieron a llamar.
Capturas de pantalla de la conversación de Messenger entre Marta y su amiga.
Yo seguí con el proceso, di mi declaración en Fiscalía y me dijeron que la investigación seguía. Fui varias veces a preguntar [por avances de la investigación] y me decían que no había pasado nada. Luego me llamaron y me dijeron que habían cerrado el caso porque no había suficientes pruebas.
En 2018 fui a la Personería de Florencia a dar una declaración.
Yo espero que esto no se quede en la impunidad, porque no ha pasado solamente conmigo sino con muchas mujeres. Conozco mucha gente a la que le he comentado lo que me pasó, pero les da miedo declarar y hay personas que dicen que sí, que él tiene ese vicio [de violentar sexualmente a sus pacientes]. Yo creo que nosotras las mujeres merecemos respeto.
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Alba, hermana de Marta
Eso fue como en el 2013. Ella fue a la clínica Urocaq porque tenía cálculos en los riñones que la mantenían todo el tiempo enferma. Días después Marta me llamó y le pregunté cómo le había ido en la cita médica y ahí fue cuando me contó lo que le pasó, aunque le daba mucha pena. Me dijo que tenía mucha rabia y se puso a llorar. Le pregunté por qué lloraba y me dijo: “Porque ese señor, el médico, me estaba manoseando”. Me contó que él le hizo propuestas feas y me dio mucha ira.
Me contó que él, para quitarle un catéter, dizque le dijo que se quitara los ‘cuquitos’ y ella se metió al baño a cambiarse. Cuando ella salió él ya estaba en pantaloncillos y brincando en una sola pata. Ella se asustó. Me dijo que el tipo empezó a decirle que a ella le hacía falta que tuviera relaciones sexuales, que se dejara acariciar, que se dejara penetrar y que le mandó la mano a que lo tocara porque él ya estaba [erecto].
Después ella empezó a hacer vueltas, fue a Caprecom y le comentó lo que había pasado a una señora de allá, pero la señora le dijo que eso era normal. Pero uno merece respeto, por más que sea de una EPS, pobre o necesitado. Y este señor chiquitico y bajito, por ahí lo vi una vez así de lejos.
Ella se descuidó demasiado del riñón. Ha estado muy enferma, en cama y hospitalizada varias veces. Una vez le mandaron unos exámenes con ese médico y ella no quiso ir, entonces se descuidó, no volvió y la enfermedad le ha cogido más ventaja, ella está muy mal de sus riñones. Tiene cálculos porque no quiso volver por allá, porque le decían que [Elías Rojas] era el único urólogo que había.
Todas sus hermanas le decíamos que fuera al médico, que no se dejara morir, pero hay solo un médico. A nosotras nos da miedo, ¿qué tal que se le desarrolle un cáncer? Pero ese señor como que tiene plata y, usted sabe, el que tiene plata calla al que no tiene.
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Rodrigo, amigo de Marta, miembro del personal de salud del Hospital María Inmaculada
A Marta la conozco porque tiene cálculos que ya le están haciendo deformación del riñón, una hidronefrosis. Yo le había dicho “entre por urgencias para que la vean por el dolor de ese riñón” y, cuando se le hizo el diagnóstico, le dije “pilas que usted está muy enferma, tiene que ir donde un urólogo”. Después me contó que acudió a uno de los dos urólogos que hay aquí en Florencia.
Me dijo que la habían dado cita y me dijo cuál doctor la había visto. Me comentó que él le dijo que le iba hacer un procedimiento y que cuando ella fue a cambiarse él había salido en ropa interior. Que tiró a cogerla, que quiso abusarla y comenzó a decirle que lo que ella necesitaba era placer para que se le quitara su dolor.
Entonces yo le dije: “¿Marta, usted por qué no dijo nada?” Y me respondió que ella sí ha ido a quejarse de todo esto y que hicieron caso omiso, como pasa en muchas partes de los pueblos… Ella dejó de ir al médico. Me volvió a contar que la remitieron [a urología], pero que ella no quiso ir porque la mandaron con el mismo doctor, que no la quisieron mandar con el otro.
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Denuncia 2
Margarita, 29 años, víctima de acoso
Siendo estudiante de Derecho en la Universidad de la Amazonía fui víctima del doctor Elías Rojas. Esto fue entre el 2014 y el 2015.
Tuve que salir del país y estando en el exterior empecé a tener síntomas [que necesitaban atención] de urología. Entonces, cuando regresé a Colombia a finales del 2013, asistí a una cita médica por Saludcoop, mi EPS de ese entonces. Me atendió el doctor Elías Rojas, que era el único urólogo que estaba adscrito a Saludcoop en ese momento.
Asistí a la cita en un lugar que se llama Urocaq, que entiendo que es una IPS de la que él [Rojas] es el dueño. Yo ya era mayor de edad, tenía entre 20 y 21 años. Tuve que desnudarme y el médico me revisó. Nada me pareció extraordinario en ese momento. Después de tener la cita médica él me ordenó dos exámenes, una ecografía y una cistoscopia.
Muy pocos días después, yo estaba en la universidad estudiando para un examen de derecho médico. Estaba estudiando sobre la historia clínica [de un paciente], que es personal y que nadie puede tomar los números [de contacto] de allí. Recibí una llamada de un número desconocido y al contestar el man se presentó: “Hola, Margarita. Soy Elías Rojas, tu urólogo”. Yo me asusté, creí que tenía algo malo y le dije: “Sí, doctor, cuénteme, ¿qué pasó?”. Me respondió: “Es que tú eres una paciente muy bella, muy linda y me gustaría que habláramos a solas en otro lugar”. Se me hizo muy raro y le pregunté de dónde había sacado mi número de celular, respondió: “De tu historia clínica, princesa”.
Honestamente no supe cómo manejarlo. Yo me asusté y le dije que estaba ocupada, que estaba estudiando para un parcial, que no podía hablar. Luego volvió a llamarme insistiendo. Me decía que fuéramos amigos y que nos viéramos en otro espacio. Yo le dije que luego hablábamos.
Florencia es un municipio pequeño, hay solo un centro comercial y me lo encontré ahí. Yo estaba con mi pareja y el man me saludó de una manera muy amorosa, como si fuéramos los mejores amigos del mundo. Pero yo solamente lo había visto dos veces en mi vida. Me abrazó y me dio un beso. Yo como que me asusté, tampoco sabía bien qué hacer con mi pareja al lado.
Le conté a mi mamá y le dije que me daba miedo ir a la cita de control con ese señor. Además, tengo que decir que algo que a mí me causó mucha impresión y es que él ya me había visto la vagina. O sea, después de verme desnuda me llamó a decirme que saliéramos. Eso me hizo sentir incómoda. El tipo me mandaba mensajes y, a pesar de que se notaba que yo estaba muy incómoda, el tipo insistía.
Luego tuve la cita de control. Recuerdo mucho ese día que lo tuve que ver porque tenía miedo por sus llamadas. Y yo creo que el tipo lo sintió. Mi mamá me acompañó pero no la dejaron entrar porque yo ya era mayor de edad.
Entré al consultorio y me senté como paciente al frente de su escritorio. Él se levantó, pasó por el lado mío y le puso llave a la puerta. Ahí el miedo se volvió pánico. Yo dije “este man me va a violar”. Tuve mucho miedo. Lo que hice fue ser muy cordial, muy querida, pues como un asunto de defensa.
Entonces él empezó a hacer comentarios: “Estás muy linda. ¿Cómo te ha ido?”. Y luego empezó la cita médica. Me dio el diagnóstico, que era algo así como vejiga hiperactiva, me explicó un poco que mi vejiga se contrae antes de estar llena y que cuando orino no se vacía por completo, entonces pues constantemente está llena.
Me envió unos medicamentos que generan bastante resequedad y fue muy puntual y repetitivo en decirme que iba a tener sequedad vaginal, y aunque me parecía importante que me explicara eso, con todo el contexto, yo lo sentía como muy invasivo. Pero además era como la forma en la que me lo decía y como que él sabía que yo tenía miedo, era la cara que me hacía.
Luego, no sé cómo, volvió al comentario de que yo era muy linda, era muy insistente en eso y en que saliéramos a tomar algo. Me preguntó: “¿Y tienes novio?”. Me acuerdo de decirle que sí tenía novio, que era la persona con la que me había visto en el centro comercial, a lo que él respondió que eso no era importante. Y empezó a decirme que uno puede tener varias parejas, cosas así. Fue extraño, como cuando tú sabes que está pasando algo mal.
Le dije: “Yo siento que usted está confundido, que usted cree que aquí está pasando algo que no está pasando. Usted y yo solamente tenemos una relación médico-paciente”, me acuerdo de decirle eso porque eso me habían enseñado en mi clase de derecho médico. El man simplemente sonrió, muy cómodo, la verdad. Él sabía que yo tenía miedo y dijo: “Bueno, igual podemos ser amigos y ahí vamos viendo”. Me informó que me iba a poner una cita de control pronto, que me tenía que hacer otro examen y que nos veríamos en el siguiente control.
Obviamente yo jamás volví. Después, en 2017, como yo tengo [medicina] prepagada y me quedaba muy difícil viajar a Bogotá, solicité una cita de control en Florencia pero le pedí a Saludcoop que fuera con otro urólogo. Tengo el correo electrónico en el que escribí a la ESE [Empresa Social del Estado] que “por ningún motivo sea Elías Rojas”. Ahí me enteré de que él era el único urólogo de esa EPS. Entonces nunca volví.
Después tuve una cita médica en Bogotá y fui a verme con un especialista. Lo primero que me dijo es que los exámenes que el man me había realizado no eran necesarios, que debió haber procedido de otra manera. De hecho, me dio otro diagnóstico.
Ahora estoy hiper prevenida con los médicos hombres. Pienso: “¿Este hijueputa me estará tocando raro?”, “¿por qué me mira así?”, “¿qué me está mirando?”. Yo confiaba plenamente en los médicos pero después de eso ya no puedo y trato de pedir siempre una médica.
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Gloria, mamá de Margarita
Margarita tenía problemas de incontinencia y estaba asustadísima. Yo le dije que su papá tenía el mismo problema, que buscáramos un doctor.
Entonces buscamos un urólogo y la mandaron donde ese doctor Elías Rojas, lo tengo presente porque es chiquitico y calvito. Entonces sacamos una cita con él, ella asistió y todo normal. Le mandó muchos exámenes y le mandó hacer un examen que le había advertido iba a ser incómodo.
Cuando fue a la otra cita, creo que al control, me dijo que a ella le había dado susto porque el tipo cerró la puerta y le echó llave. Me dijo que pensó: “Me va a pasar algo raro aquí”.
Después me dijo que ya no quería volver donde ese médico porque el tipo vivía llamándola. Yo le pregunté: “¿La tocó, le hizo algo?”. Me dijo: “No, mami, pero yo sentí mucho miedo de que hubiera cerrado la puerta con seguro. Ese médico no me gusta porque él estaba confundido, invitándome a salir, haciéndome propuestas raras”. Fue a donde el papá y el papá dijo: “No, busque otro médico”. Ella viajó a Bogotá a seguir el tratamiento, donde Elías Rojas no quiso volver nunca.
Yo le decía a Margarita que me hacía recordar un médico maxilofacial que me atendía a mí, Hugo Navarro, que era toconsísimo, atrevidísimo. Yo también comencé un tratamiento y nunca lo terminé. Era muy coqueto y una vez, mientras yo estaba con la boca abierta, me bajó la blusa y me sacó una teta. Yo ahí alcancé a soltarle una cachetada. En otra ocasión me dijo: “Ush, es que usted me pone no sé cómo” y se sacó el pájaro. No volví. Eso fue hace como unos 22 o 25 años.
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Las prácticas que le atribuyen a Elías Rojas en estos testimonios incluyen comentarios de naturaleza sexual en las consultas médicas sobre la apariencia de sus pacientes; exámenes y tocamientos que no están justificados en las historias clínicas, pero que son usados como excusa para tocar a las pacientes de forma irregular.
Ambas denunciantes, Marta y Margarita, dejaron de hacerse exámenes y asistir a chequeos médicos, en detrimento de su salud, como resultado de las violencias presuntamente ejercidas por Elías Rojas.
Ambas coincidieron en mencionar el uso de la palabra “cuquitos” e hicieron mención de las preguntas inapropiadas que Elías Rojas les hacía sobre sus vidas sexuales, haciendo énfasis en el tono suave e incómodo con el que les hablaba: “Él tiene un tono muy tenue, no habla duro. No es un hombre fuerte. Entonces es difícil identificar que es violencia”, dijo Margarita a Volcánicas.
Son mensajes confusos, porque sus palabras son suaves pero sus acciones son agresivas. Ante una situación así, muchas mujeres, como en el caso de Margarita, reaccionan manejando el riesgo con amabilidad para evitar el castigo social que surge cuando las mujeres asumen posturas más asertivas.
En su testimonio, Marta dice que fue presuntamente abusada por Rojas en su consultorio; afirma que fue tocada y sexualizada sin su consentimiento. Luego de vivir estas violencias tuvo conocimiento de que posiblemente otras mujeres también habían tenido experiencias similares.
Según la narración de Margarita, Elías Rojas violó el derecho de confidencialidad para acosarla e intimidarla, dentro y fuera del consultorio, aprovechando la diferencia de poder médico-paciente. La Resolución 1995 de 1999 del Ministerio de Salud, establece que: “La Historia Clínica es un documento privado, obligatorio y sometido a reserva”.
“Marta y Margarita, dejaron de hacerse exámenes y asistir a chequeos médicos, en detrimento de su salud, como resultado de las violencias presuntamente ejercidas por Elías Rojas”.
Los testimonios también muestran que estas malas prácticas estarían normalizadas en el sistema de salud de Caquetá. Por un lado, cuando Marta intentó quejarse con su EPS, la directora de Caprecom le dijo que las mujeres “tenemos que pasar por eso” y, en el testimonio de apoyo de la madre de Margarita, se menciona otra experiencia de acoso con un médico maxilofacial décadas atrás, mostrando lo reiterativas que han sido estas violencias a lo largo del tiempo.
Además, los relatos evidencian que las mujeres han dado pistas o han puesto en conocimiento de los centros de salud su incomodidad con la atención de Rojas, sin que pase nada. Margarita lo hizo a través del correo electrónico en el que solicitó una cita de urología, señalando que por ningún motivo el tratante fuera el doctor Elías Rojas. Marta, por su lado, lo hizo a través de dos cartas; la primera en 2014 a Caprecom, afirmando que Rojas “se pasó conmigo con morbosidad” y pidiendo que no se le asignaran más citas con él. La segunda, de 2016, dirigida a la EPS Asmet Salud para solicitar que la atiendan en el hospital María Inmaculada “ya que me niego a asistir a la clínica Urocaq” y contando explícitamente parte de la violencia que vivió.
Volcánicas le preguntó a Juan Carlos Estrada, urólogo de la Clínica Shaio y de la Clínica de la mujer en Bogotá, sobre la pertinencia médica del examen vaginal en el caso Marta y nos respondió que, en algunas ocasiones, el tacto es pertinente e importante, por ejemplo si hay sospechas de incontinencia o prolapso genital. Sin embargo, en las historias clínicas de la paciente no se menciona dicha sospecha ni se explica por qué el doctor recurrió a tales procedimientos.
Le preguntamos nuevamente a Marta si en alguna oportunidad le diagnosticaron incontinencia y respondió de manera enfática: “Nunca. El problema mío es de cálculos renales”. Adicionalmente, aunque haya una razón médica para los tactos vaginales, no hay nada que excuse los comentarios sexualizados con los que Rojas presuntamente acompañó los procedimientos. Los comentarios sobre sus cuerpos, apariencia física y vida sexual son acoso.
Volcánicas envió un derecho de petición al Tribunal de Ética Médica de Cundinamarca, (que tiene también en su jurisdicción a los departamentos del Caquetá y Amazonas), preguntando por denuncias recibidas por acoso, abuso o violencia sexual, en contra de médicos.
En su respuesta, el Tribunal señaló que recibieron una queja en contra el médico Elías Rojas Falla el 23 de enero de 2018: “En el momento se dio apertura a la investigación disciplinaria y se sometió a reparto correspondiéndole al Magistrado, doctor Edgar Montoya Angel (q.e.p.d) la instrucción del proceso. Una vez concluida la etapa de instrucción el Magistrado Instructor presentó su informe de conclusiones y mediante providencia del 26 de junio del año 2018 declaró que no existía mérito para formular cargos en contra del médico investigado y en consecuencia se precluyó la investigación”.
En un derecho de petición enviado a la clínica Urocaq, preguntamos si habían recibido quejas y/o denuncias por violencia sexual en contra de Rojas Falla. La respuesta fue negativa. Ninguna de las víctimas contactadas por Volcánicas quiso poner una queja en Urocaq. Marta señaló que no lo hizo porque él era el dueño de la clínica y no creía que se pudiera hacer nada.
Consultamos también si Urocaq cuenta con un protocolo de acción para la prevención, investigación y sanción de violencias sexuales ejercidas por médicos en contra de pacientes y colegas, pero la IPS no respondió a esa pregunta.
Volcánicas tuvo contacto con dos fuentes adicionales a las de este reportaje que manifestaron haber sido víctimas de Elías Rojas. Ninguna de las dos quiso hacer una denuncia periodística a través de este medio.
Nos contactamos con Elías Rojas Falla, a través de llamadas telefónicas y mensajes de WhatsApp, y por ese último medio le enviamos nuestras preguntas. El médico mandó como única respuesta un mensaje de voz que transcribimos a continuación:
Elías Rojas Falla: Buenos días. Nuevamente yo le estoy también llamando. La llamé el sábado y vi que no pudo contestarme. Bueno. Leí su cuestionario. Se me hace un cuestionario con una tendencia ya definida. Yo lo que le puedo decir de mi vida y de mi actuación es que yo nunca le he hecho daño a nadie. Nunca he pretendido violentar a nadie en ningún aspecto de mi vida. No creo en la violencia para solucionar absolutamente nada, ni que sea una forma de vida. No me gustan los extremos. Creo que algunas personas que están en algunos medios o en la vida incluso, personas normales comunes, buscan los extremos. Yo no creo en ellos, ni por defender una u otra causa creo que esas personas que están en los extremos. Prefiero la parte más neutral. No quisiera que se tergiversara la entrevista. Le pediría ese favor, no la conozco pero le rogaría ese favor. Y que no tomara un lado u otro en la vida, ni extremos. Eso es lo que le puedo comentar de lo mío, de mi vida y de mí.
Luego de haber recibido su audio, Volcánicas lo llamó una vez más para darle nuevamente la oportunidad de responder las preguntas. A esto respondió lo siguiente:
Volcánicas: Escuchamos su audio pero queremos darte la oportunidad de responder puntualmente nuestras preguntas para incluir sus respuestas en el reportaje.
Elías Rojas Falla: No quisiera responder. Encuentro una tendencia en esas preguntas. No soy la persona más seguidora de Cristo ni todo eso, pero me sentí ofendido, molesto con ese cuestionario. Indignado. No sé si me explico. Tal vez tu vives en ese medio todos los días y para ti eso es normal. Yo lo único que te puedo decir de mí es que no le he hecho daño a nadie. Nunca en mi vida. Y no creo en los extremos, no creo en la violencia, no creo en lastimar a nadie. El sistema periodístico tergiversa las cosas, con todo respeto…Yo te puedo decir que no le he hecho daño a nadie. Eso sí te lo puedo asegurar.
V: ¿Tiene denuncias por acoso, abuso o violencia sexual en su contra?
E.R.F: Eso no quisiera contestarlo. Yo creo que no más.
*Este artículo fue investigado, escrito y editado por Volcánicas, la investigación no compromete a Cuestión Pública.
Créditos
Reportería
Luisa Fernanda Gómez Cruz
Asistente de reportería
Victoria Arroyave
Análisis
Catalina Ruiz-Navarro
Edición
Matilde de los Milagros Londoño
Edición jurídica
Ana Bejarano
Ilustraciones y diseño
Carolina Urueta y Lina María Rojas