(03/05/2021)

Sebastian es abogado de la Universidad Nacional de Colombia y tiene un máster en periodismo de la Universidad de Columbia Británica. Su trabajo se enfoca en las relaciones entre el periodismo, libertad de expresión y sistemas políticos.

Por: Juan Sebastián Salamanca

Además Semana, El Tiempo y otros continúan (como lo han hecho por años) narrando los hechos con eufemismos tipo “joven murió en extrañas circunstancias”. Y adicional al blindaje de sus armaduras y escudos, la policía tiene la protección que brindan estos medios concentrados en las paredes rayadas, en los vidrios rotos y en las estatuas derribadas.

La última garantía de impunidad la dio el mismo Presidente Duque con su decisión de sacar a los militares a las calles. Así las cosas Colombia camina peligrosamente hacia un proceso de ruptura constitucional. Y si a esas instituciones y medios no les importan las vidas de quienes ejercen su derecho a la protesta ¿Por qué habría de importarles la libertad de expresión?  

Lo de RCN fue de verdad grotesco. Después de la manifestación de repudio que hubo frente a sus oficinas salieron a pegar el grito en el cielo. “Denunciamos este ataque directo contra la libertad de expresión que es pilar fundamental de toda democracia sólida,” dijo Jose Manuel Acevedo con voz afligida. Las reacciones de solidaridad del gremio ante esas lágrimas de cocodrilo no se hicieron esperar. 

Claro que es reprochable que les hayan roto los vidrios pero veamos las cosas en su justa proporción. Si hablamos de libertad de expresión en el paro la verdadera víctima no fue RCN, en realidad esa empresa está actuando más bien como un perpetrador. Y la víctima es la ciudadanía que vio la nota que decía que ciudadanos en Cali estaban celebrando los cambios a la reforma tributaria que había hecho Iván Duque. 

Sobra decir que nunca hubo celebración de nada sino una protesta en donde se exigió al gobierno retirar la reforma y parar la masacre. Ante el rechazo en Twitter de ese intento de desinformar José Manuel Acevedo cambió su tono afligido por uno más fresco y salió a decir que “quería ser claro”; que sí había sido una celebración pero que era un triunfo de los ciudadanos “no del gobierno” y que “seguirán informando con seriedad como siempre lo han hecho”.

Jose Manuel Acevedo hace comentarios a nota sobre celebración por cambios de Duque a la reforma.

Lo interesante del asunto es ver cómo quedó expuesta la manera de actuar de las directivas de Noticias RCN: si me hacen grafitis y me rompen unos vidrios es un gravísimo atentado a la libertad de expresión y la democracia. Todos deben rasgarse las vestiduras en solidaridad conmigo como víctima. Pero si desinformo sobre la violación a los derechos humanos a manos de la fuerza pública y me descubren entonces mejor me hago el pendejo y ni siquiera voy a reconocer el error. 

También resulta decepcionante la reacción de algunos periodistas frente a la desinformación. Yolanda Ruiz por ejemplo, no dudó en expresar toda su solidaridad con Noticias RCN por lo que denominó “graves agresiones violentas”. Eso está muy bien pero luego de la aclaración de José Manuel Acevedo, solo conveniente retuitear el mensaje del director de noticias diciendo que este “ha dejado preguntas”. 

Me refiero a Yolanda porque si una periodista con tanto grado de reconocimiento, ex integrante de la junta directiva de la FLIP y panelista en múltiples foros de libertad de expresión y ética periodística tiene que usar eufemismos para hablar de la situación, ¿Qué podemos esperar de cientos de reporteros en tantas ciudades de Colombia que tienen en sus manos la evidencia de cómo la Policía está matando gente?

Quizá no mucho, más bien atenernos a seguir leyendo titulares como uno de Caracol Noticias que decía: “joven muere tras darle una patada por la espalda a un policía”. Y tantos otros que simplifican y ocultan la matanza aplicando la vieja confiable: vándalos causan desmanes. Por suerte también existen organizaciones y medios que están documentando los crímenes de la Policía. Su contribución es incalculable.

Publicación de Alvaro Uribe violatoria de las normas comunitarias de Tweeter.

Parte de superar el problema consiste en superar la forma en que se está cubriendo el problema. Quienes han estudiado la regulación del derecho a la protesta saben que uno de los principales obstáculos es la visión binaria de los estados que dividen tajantemente la protesta pacífica de la violenta. Una merece aplausos y la otra es simplemente un crimen. En realidad la protesta pocas veces es lo uno o lo otro y suele mezclar expresiones diversas que -por definición- incluyen actos de desobediencia. 

Si los medios van a esperar a que todos los manifestantes salgan con banderitas blancas y se comporten de manera intachable como requisito para empezar a llamar por su nombre a la violencia policial, seguiremos viendo a las fuerzas armadas matando libremente. 

Nota: La solicitud de Twitter de pedir a Alvaro Uribe eliminar una publicación de esa red por glorificar la violencia es muy importante. Tiene quizás un único antecedente que es la eliminación de la cuenta de Donald Trump por la misma razón, pues el entonces jefe de Estado instigó vía Twitter el asalto armado al capitolio en Washington D.C . el pasado 6 de enero.  

La diferencia está en que Uribe no es jefe de Estado (por lo menos no en el papel) y en que no estaba invitando a la violencia a un grupo de supremacistas blancos sino a la policía y a las fuerzas militares. «Apoyemos el derecho de soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico». O sea que si protestas las fuerzas armadas tienen la libertad de matarte, ni más ni menos. 

La decisión de Twitter merece reconocimiento pues entendió la capacidad real de daño que tenía el mensaje del dirigente. Y eso implica entender que para la fuerza pública su jefe y líder natural sigue siendo Uribe. En realidad el de Uribe fue más grave que los de Trump, pues este último estaba dando unos mensajes -como insistir en que no perdió las elecciones y hubo fraude- que en el contexto se podían leer como una exaltación a la violencia. Uribe en cambio no disimuló: abiertamente le está diciendo a la Policía que le dispare a la gente. 

Y en el fondo lo sigue diciendo. Cuando habla de “resistir la revolución molecular disipada” se refiere a que cualquier persona que esté en las manifestaciones o expresando su descontento es parte de un plan para derrocar al gobierno, es el enemigo.

Twitter también está enviando un mensaje en el que queda claro que su decisión de moderar los contenidos emitidos por poderosas figuras públicas que incitan a la violencia va en serio y no era algo reservado para el periodo electoral en los Estados Unidos. Seguramente veremos más decisiones por el estilo en Latinoamérica. 

*La Tribuna es el espacio de columnas de pensamiento de nuestros analistas y expertos en Cuestión Pública. Sus contenidos no comprometen al medio.