(17/04/2020)
La primera cárcel en el país en la que el virus brotó fue en la de Villavicencio. Pero, ¿cuál fue la ruta de llegada del COVID-19? El Capitán Miguel Rodríguez, director del centro de reclusión, le dijo a Cuestión Pública que hay varias hipótesis, pero que los “epidemiólogos se encuentran siguiendo el rastro epidemiológico (sic)”. El drama empezó mucho antes del primer muerto confirmado el pasado cinco de abril.
Es, por ahora, según el mismo Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), la única con casos de contagio por COVID-19. Hasta el 17 de abril hay un registro de 20 personas enfermas por el virus. De esas, 13 son internos y siete, guardias. Mientras que la cifra de fallecidos ascendió a 3. Con todo, no hay certeza del número de contagiados en medio de la sobrepoblación intramuros. Hay deficiencias en los protocolos denunciadas a Cuestión Pública por los mismos guardias del INPEC.
También es la punta del Iceberg de lo que va a pasar o quizá ya está pasando en muchas centros penitenciarios de Colombia. La preocupación es alta porque todas cuentan con ingredientes como hacinamiento, déficit de guardianes, demandas por derechos humanos, tardanza en procesos judiciales para definir la situación carcelaria de miles de presos. La organización de Derechos Humanos, Amnistía Internacional, alertó sobre los riesgos de la población carcelaria frente al COVID-19: “en Colombia, el hacinamiento en las cárceles imposibilita el aislamiento de personas que pudiesen contraer el virus”.
“La gente está desesperada, está a punto de entrar en pánico. Se ha hecho todo lo posible para calmarlos, pero la exigen y necesitan que se tomen medidas más drásticas”, le dijo el líder de los internos del patio Santander de la Cárcel de Villavicencio a Cuestión Pública, a quien llamaremos Interno Uno por razones de seguridad.
La crisis tuvo un detonante que estalló el 22 de marzo cuando reclusos de la Cárcel La Modelo en Bogotá realizaron motines, junto con otra docena de presidios, en protesta por la ausencia de medidas de prevención frente a la inminente llegada del COVID-19. Pero el desenlace de los hechos arrojó 23 personas muertas en extrañas circunstancias. Organizaciones de derechos humanos como Derechos de los Pueblos denunciaron exceso de fuerza del INPEC en la operación en La Modelo.
Desde que se supo con certeza la muerte por el virus y contagio de reclusos en Villavicencio, éstos han hecho protestas pacíficas, cacerolazos y llamados a los medios. Los guardias del INPEC también temen por su vida, acusan falta de protocolos y abandono; cada día la tensión crece.
“La gente está desesperada, está a punto de entrar en pánico. Se ha hecho todo lo posible para calmarlos, pero la exigen y necesitan que se tomen medidas más drásticas”, le dijo el líder de los internos del patio Santander de la Cárcel de Villavicencio a Cuestión Pública, a quien llamaremos Interno Uno por razones de seguridad.
Reconstrucción de pasos de los pacientes con Covid-19
Según el Inpec, el centro penitenciario de Villavicencio tiene capacidad para unas 899 personas, pero se encuentran privadas de la libertad 1.789, es decir, se presenta un 99% de hacinamiento. Tiene dos patios: Santander y Colombia. El posible paciente 1 estaba en el Santander, en la celda ocho y tenía 63 años.
Contaba con antecedentes de enfermedades crónicas cuando ingresó al Hospital Departamental de Villavicencio el 31 de marzo; tras ser dado de alta fue devuelto al centro penitenciario al día siguiente.
El primero de abril le llegó su boleta de libertad. Aunque el recluso salió, por sus síntomas fue internado de nuevo y murió cinco días después en el hospital.
“El contagio empezó en la celda ocho, que era la celda de los señores de la tercera edad, que es donde han salido la mayoría de contagiados. Nosotros compartimos con ellos día a día, comiendo, en la fila para la comida, en los baños, en los sitios públicos. Entonces antes de que los aislaran lo que tratamos con ellos fue mucho”, explicó interno Uno a Cuestión Pública.
El alcalde de Villavicencio Felipe Harman dijo que el paciente había tenido contacto con 30 o 40 personas dentro de las 24 horas cruciales. No obstante, no hay certeza oficial de que el posible paciente 1 contrajo el virus en la cárcel o en el hospital. Pero, tanto internos como guardias del INPEC consultados por Cuestión Pública, coinciden en creer que fue el primero en resultar contagiado.
“El contagio empezó en la celda ocho, que era la celda de los señores de la tercera edad, que es donde han salido la mayoría de contagiados. Nosotros compartimos con ellos día a día, comiendo, en la fila para la comida, en los baños, en los sitios públicos. Entonces antes de que los aislaran lo que tratamos con ellos fue mucho”, explicó interno Uno a Cuestión Pública.
Para la fecha en que ese primer paciente acude al hospital, seis días atrás ya había sido decretada la cuarentena en Colombia. Con lo cual, las fuentes consultadas también creen que el contagio se debe a las fallas en el aislamiento.
Uno aseguró que, una vez se reportó el primer caso de contagio en Colombia el pasado 6 de marzo, les prohibieron las visitas: “el virus no entró a través de las visitas, llevamos más de dos meses sin ver a nadie”. Y dijo que sólo cuando los adultos mayores fallecieron empezaron a prestarles atención, pese a que ya habían varios reclusos con síntomas.
Plinio Tapiero de 78 años fue la segunda víctima de la celda ocho, del patio Santander. Esta celda hoy cuenta con tres reclusos menos que murieron a causa del virus; aunque se estima que la cadena de contagio es mucho mayor a los 23 casos confirmados (entre ellos siete guardias de la cárcel).
Pese a que Tapiero, según su hija Berta, nunca tuvo antecedentes de enfermedades pulmonares, el 7 de abril el INPEC afirmó que el recluso había muerto a causa de una supuesta tuberculosis; una enfermedad que tarda meses en desarrollarse.
Esa primera versión del capitán Rodríguez se dio los primeros días de abril después de que, en la segunda semana de marzo, fue confirmado el primer caso de COVID-19 en el Meta y más de una veintena de casos en todo Colombia.
Otra hipótesis: la incertidumbre
Otro interno, número Dos, que está en el otro patio llamado Colombia, cree que el virus llegó a través de los guardias del INPEC o del personal de salubridad que trabaja en el centro penitenciario: “acá no tomaron ninguna precaución, lo único que hicieron fue poner a todo el mundo en cuarentena, pero los guardias iban a sus casas a dormir, también los médicos. Para mi el contagio vino de alguno de ellos, trajeron el virus de la calle”, dijo.
En esa cárcel trabajan dos médicos y una odontóloga. Todos fueron aislados posteriormente en sus casas por haber tenido posible contacto con los enfermos. El director de la cárcel, el capitán Miguel Rodriguez, le aseguró a Cuestión Pública que él sí tomó las medidas necesarias: “había un plan de contingencia para esto, sí existía un plan previo”, dijo sin entrar en mayores detalles.
El dragoneante Johan Alarcón, presidente del sindicato de guardias del INPEC en la cárcel de Villavicencio, contradice al capitán Rodríguez: “estamos esperando la prueba de COVID-19 para los funcionarios, Dios mediante salga negativa. Pero el cerco epidemiológico fue nulo. No había un plan de contingencia organizado para el COVID 19, no se tenía ni plan A, ni plan B, ni pan C”, aseguró.
Hay 55 privados de libertad, aislados, divididos en seis celdas, celdas de 5X5 metros que eran las destinadas para la reclusión de mujeres”.
El dragoneante Alarcón cuenta que les ha tocado financiar sus elementos de seguridad personal con rifas y plata de su propio bolsillo, además de suplir el trabajo de los más de 15 funcionarios en aislamiento: “acá no hubo ningún protocolo. La lavada de las manos por obvias razones, el tapabocas cuando se va al hospital y ya, de resto, nada más. Nos tienen abandonados”. dijo.
El dragoneante, que además acusó persecución por denunciar la situación de hacinamiento, dice que le preocupa lo que pueda pasar en la cárcel: “los reclusos andan con el nivel de estrés muy alto. Hay 55 privados de libertad, aislados, divididos en seis celdas, celdas de 5X5 metros que eran las destinadas para la reclusión de mujeres”.
Cuando se le preguntó al director del INPEC, el General Norberto Mujica, por esta situación en rueda de prensa, éste dijo: “para nadie es desconocido que tenemos un tema de hacinamiento, sin embargo para ellos en particular hemos venido manteniendo todas las características para tratar que esta población esté lo mejor posible. De cara a las medidas que tenemos que llegar a tomar. Muchos videos y muchas situaciones quieren hacer deslumbrar algunas situaciones que muchas veces no son tan reales como las quieren pintar”
Pero las imágenes que enviaron a Cuestión Pública desde el patio con los contagiados aislados evidencian otra realidad.
La cárcel de Villavicencio, una cárcel típica colombiana
Otro interno del patio Colombia, adjunto al de los casos de COVID-19, le dijo a Cuestión Pública que la cárcel es una olla a presión a punto de estallar: “se hizo un comité de convivencia para tratar de llevar las cosas con calma, con serenidad, para no alarmar a la gente y menos a nuestras familias afuera, pero los del patio Santander, donde están los más afectados, quieren hacer una revuelta tenaz”.
El director de la cárcel asegura que está tomando las medidas necesarias: “hoy (15 de abril) se empezaron a hacer 300 pruebas de COVID-19. Las personas privadas de la libertad que salieron positivos están aislados. Es decir estamos realizando más pruebas a más personas”. Pero, de nuevo, el dragoneante Alarcón contraría esa versión sobre las pruebas, dice que ni siquiera a los reclusos que eran parte de la celda ocho, en el pabellón Santander, les han realizado todas las pruebas del virus.
En la misma línea, el gobierno colombiano anunció que enviará a prisión domiciliaria a 4.000 reclusos, así lo confirmó la ministra de Justicia, Margarita Cabello.“Tengo que ser realista, ninguna medida que tome va a garantizar que la infección se evite un 100%”, se sinceró la ministra cuando anunció la medida.
En la cárcel de Villavicencio hay por lo menos 500 solicitudes de prisioneros que podrían cumplir con los requisitos para ser liberados, según información proporcionada por altos directivos de la cárcel que no quisieron ser citados. Aunque le dijeron a Cuestión Pública que con la cantidad de excepciones del decreto, por mucho saldrían unos 100, situación que deberán resolver los jueces caso a caso.
Los presos por ahora tratan de tomar sus propias medidas para protegerse, la pregunta es si son suficientes para contener un virus que ha dejado hasta ahora más de 140 mil muertes en el mundo y más de dos millones de contagiados, según el Instituto Jhons Hopkins. El interno Uno, desde el patio de los contagiados por COVID-19, un patio con alto hacinamiento concluye: “hacemos lo que podemos con lo que tenemos: tapabocas que nos donaron o lavarnos con cloro. ¿Pero qué más podemos hacer?, ¿tratar de conservar la distancia? Como ustedes saben acá vivimos unos encima de otros”.
En cifras: Según las mismas cifras del INPEC, la población carcelaria en Colombia es de 120.629 personas distribuidas en instalaciones que tienen capacidad para unas 80.000 personas. Es decir un hacinamiento de más del 40%.
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