Las malqueridas y las violencias de género

(10/08/2020)

Magíster en Derecho Económico de la Universidad Externado de Colombia. Abogada titulada de la Universidad Santo Tomás. Mi vida profesional se ha desarrollado desde hace 9 años, más de 5 años en el sector público y alrededor de tres años y medio en el sector privado, en especial, cooperación y organizaciones no gubernamentales.

Por: Laura Isabel Villamizar Pacheco

El dolor inunda nuestros corazones, almas y mentes (o por lo menos a mi) cada vez que pienso en las ocasiones donde fui violentada o he sido violentada sistemáticamente. Este es un modelo social, político, económico y cultural que me hace sentir culpable, víctima eterna y sumisa al patriarcado. No logro hablar casi de mis emociones y de las veces que el maltrato emocional y sexual me han quitado el aliento, me han hecho sentir sucia, sin amor propio, todas las veces que sentí que tenía que dar todo de mi para ser querida, vista, apoyada y respetada, de girar alrededor del amor de pareja, del amor de los amigos y amigas, de los colegas de trabajo. El escrache habla de la impunidad en la que viven los delitos contra nosotras las mujeres y la falta de acciones del Estado de cuidado hacia nosotras y nuestro dolor como víctimas, el sistema judicial gira alrededor de ese macho castigador y violentador, trata sobre ese victimario, y entre nada o casi nada sobre las víctimas, quienes terminan siendo revictimizadas una y otra vez. Un amigo me recordaba que el escrache nació de la lucha de las víctimas de delitos de violación de DDHH y DIH dentro de las dictaduras, donde las víctimas evidencian la impunidad de sus victimarios, en la búsqueda de la justicia a través de la denuncia. Bueno, querido amigo, las mujeres buscamos que se acabe la impunidad, la violencia sistemática y generalizada contra nosotras por parte de millones de hombres.

Cuando veo mujeres capaces de denunciar, de hacer escrache siento profunda envidia, porque desde su proceso doloroso y valiente logran hablar de las diversas violencias que sufrimos las mujeres y que en el 98% de los casos denunciados quedan en la impunidad en Colombia, además del alto subregistro que engrosamos muchas otras que no somos capaces de denunciar… Nosotras sabemos, porque también lo hemos sufrido, que las denuncias de millones de mujeres sobre violencias de género en redes sociales alrededor del mundo son reales y admiramos su valentía, su capacidad de reconocer que no está bien, que algo anda podrido en la sociedad que nos hace sentir mal por no querer seguir sufriendo diversas violencias en los espacios personales y públicos, que no queremos tenerles miedo a las calles, a nuestras parejas, amigos, compañeros de trabajo, jefes y familiares. Esta sociedad hecha por y para hombres nos dejan sin espacio, agotadas y asfixiadas que lo único que nos queda es gritar, de llamar las cosas por su nombre a través del escrache: ¡No es amor, es maltrato! ¡No somos exageras, son violentos sus piropos y manoseadas en la calle, en el transporte masivo y en espacios de poder por parte de jefes, familiares, amigos, conocidos o compañeros de trabajo! ¡No es un delito pasional o de honor son feminicidios! ¡No son historias aisladas de unas pocas, son delitos sistemáticos y generalizados contra nosotras! ¡No es un coqueteo inocente hacia una subordinada es acoso sexual! ¡No es amor acosar hasta generar miedo! ¡No es amor es esclavitud del hogar!

Ahora, muchos alegan falta de debido proceso, que hacer escrache es violento, inquisitivo, algunas se atreven a llamarlas prácticas paramilitares, muchos hombres solo nos llaman malcogidas, feminazis (parecen no tener muy claro que los nazis mataron más de 6 millones de judíxs, negrxs y LGBTIQ porque no eran la raza pura o lo naturalmente correcto) a quienes apoyamos estos casos, otros aluden a que hay denuncias falsas (que en la realidad representan una minoría de todo el espectro y como en cualquier tema esto puede pasar, pero no es la regla), muchos hombres afirman que no son todos que nosotras generalizamos y otros que ellos también han sido víctimas de nosotras (seguro que sí, muchos de nuestros actos como seres humanos pasa por en ocasiones desconocer las emociones del otro, pero ¿Son comparables o deben ser comparables dentro del análisis de las violencias sistemáticas del modelo político, económico, cultural y social que somete a millones de mujeres a sentirse y vivir como inferiores frente a los hombres bajo estrictos comportamientos violentos?). Eso queridos hombres, eso que ustedes necesitan alegar y decir que no está bien nuestro odio y escrache por redes se llama miedo, ustedes están sintiendo el miedo al que hemos sido sometidas las mujeres sin ninguna contemplación o descanso.

Mientras los delitos dentro de un conflicto armado, de corrupción, genocidios, entre otros de esta magnitud, son cometidos por una pequeña parte de la sociedad y algunos se les denomina genocida, matarife o dictador, los delitos de violencias de género queridos hombres y mujeres, sí son cometidos por muchos hombres en estas sociedades, a muchos hombres les podemos hacer escrache por sus actos que están impunes, porque la justicia no actúa o porque la mujer no se siente segura, protegida y no revictimizada al acudir al sistema judicial y al modelo institucional. Una de las mujeres que entrevisté me explicaba que lo que cometía su pareja el sistema judicial no lo veía como delito, por lo que el único apoyo que le brindaban dentro de la institucionalidad era una conciliación con su agresor, a quien no quería volver a ver porque simplemente le generaba malestar emocional y físico, sentía que era un retroceso y revictimización hacerla ver al hombre que la había acosado y violentado por tanto tiempo. Otra feminista me decía que era necesario revisar el sistema de justicia como los protocolos de atención, porque el escrache solo es el reflejo de las altas tasas de impunidad y sistematicidad de violencias por parte de los hombres en la sociedad. Una amiga me decía que un amigo le dijo que no era capaz de reconocer cuando ejercía violencia emocional, tanto que le relataba algunos hechos para que ella le despejara porqué su pareja estaba tan molesta con él. Una de ellas me decía que el escrache más que necesaria era útil para quienes no han contado con otra oportunidad…

Y claro, genera temor cuando muchos de ustedes queridos hombres pueden ser los siguientes que salen en una nota de prensa, en un hilo de twitter, en una tabla de Excel, en una cadena de WhatsApp o en un estado de Facebook, claro, eso es cierto, a mí me daría pavor, pero pavor también sentimos nosotras cuando nos violentan. En una ocasión una amiga me decía que sí íbamos a hacer lo mismo que se hizo contra Hollman Morris, al retirar el apoyo de su candidatura y no prestarse para que un maltratador de mujeres llegara a la alcaldía para afrontar la representación de la mitad de la ciudadanía residente en Bogotá por las denuncias que se hicieron contra él, no habría líder político hombre que quedara libre de pecado o por lo menos su gran mayoría, por lo que no habrían hombres políticos que pudieran ejercer ningún cargo público de representación, tanto que me empezó a enunciar uno a uno los hechos que conocía contra más de un dirigente de izquierda o alternativo, otras más que podría yo agregar contra varios líderes y seguro que sí abrimos un canal de denuncias contra diversas violencias ejercidas por hombres políticos y públicos, posiblemente pocos queden de pie.  El escrache es un castigo político y social, que genera consecuencias para victimarios que tienen víctimas valientes y capaces de denunciar sus fechorías, muchas no tenemos esa valentía o nuestro agresor no goza de fama alguna… Muchos de ustedes saben que los hechos que se han descrito en miles de denuncias a través del escrache ustedes también las han cometido hacia alguna mujer en su vida y, por ende, el proceso no es fácil y va a ser doloroso para reconciliarnos como sociedad.

Queridos hombres ¿Se quieren liberar de su miedo a la venganza o al darse cuenta que han acosado, abusado y violentado a mujeres? el primer paso como cualquier vicio o acto malo que hacemos es reconocerlo, luego hay que trabajar en cambiarlo, buscar grupos de ayuda para tener una nueva masculinidad, hacer terapia, encontrarse y reconciliarse con su parte femenina y masculina, pedir perdón a esas mujeres que han sido sus víctimas, trabajar para la no repetición de los hechos a partir de no volver a hacer actos violentos contra mujeres y evitando que los hombres de su círculo cometan atropellos contra mujeres, detener el maltrato, dejen de creerse “buenos hombres” y con derecho de violentar a una mujer porque los deja o porque no quiere estar con ustedes, no nos maten, no nos violen, no nos maltraten. A nosotras las mujeres también nos toca reconciliarnos con nuestra parte femenina y masculina, debemos construir un amor propio que nos llene para evitar entrar en situaciones de riesgo innecesarias, en muchas otras necesitamos un Estado y sociedad dispuesta a generar entornos seguros, buscar ayuda y apoyo en redes de mujeres, estar dispuestas a dejar de ser víctimas para ser sobrevivientes y abrirnos a la reconciliación.

Claro, esta mirada puede funcionar mucho dentro de una parte de la sociedad que tiene herramientas y elementos para reconciliarnos o donde los hechos violentos no son tan gravosos. Pero como me hacía la observación una de las feministas que entrevisté, al existir un exceso de casos, la imposibilidad de encarcelar y juzgar a cada uno de los hombres que han cometido delitos contra las mujeres (cuando está tipificada su conducta y otros tantos que podrían por lo menos tener una demanda civil por daños y perjuicios causados), el mejor camino sería una justicia transicional que nos permita reconciliarnos como hombres y mujeres de-construidos,  capaces de ver al otro, de reconocer nuestros malos actos y hacer los cambios culturales necesarios para ser sociedades más democráticas, libres, amorosas, cuidadoras y ecuánimes. Frente al alto índice de mujeres asesinadas y violentadas por sus parejas, por opositores políticos, por grupos armados legales e ilegales, como de la sevicia y especial detalle que se presentan en varios tipos de delitos contra mujeres, nos queda asumir que algunos deberán ser juzgados a penas carcelarias por lo gravoso de sus hechos. Y, sobre todo, tendremos que buscar ayuda emocional, montar un gran diván, como dice Ángela, para víctimas y victimarios, prestar apoyo económico a las mujeres víctimas de violencias, generar entornos seguros para mujeres, brindar políticas públicas y un sistema judicial que se centre en la víctima y no en el victimario, educar niños, niñas, jóvenes, mujeres y hombres contra el machismo y las prácticas patriarcales que no nos permite vernos como iguales en derechos, emociones, capacidades y obligaciones.

Pero eso sí, la pelota está en la cancha de los hombres, las mujeres les estamos diciendo ¡Basta Ya! ¡Nunca Más! ¡Paren las violencias contra nosotras! ¡Ni una menos! Si quieren que el escrache no aumente y sentir miedo en cada acto que hagan como hombres, asuman que somos pares, sean aliados, aprópiense de su responsabilidad, así como fueron capaces de violentar a una mujer, sean capaces de reconocerlo, de hacer todos los pasos recomendados para dejar atrás un mal hábito, vicio o delito, busquen ustedes también la reconciliación en vez de esperar que las mujeres demos todas las soluciones a su maltrato. La relación como sociedad sana no solo recae en los hombros de nosotras las mujeres. Ustedes, queridos hombres, ya saben que nos cansamos de la impunidad en la que quedan los hechos violentos que hemos sufrido de manera sistemática y generalizada las mujeres, saben que ya no tenemos miedo de decir las cosas por su nombre y denunciarlos. ¿Qué piensan hacer?

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