“No sé si nos recuperaremos de esto”

(28/12/2021)

Eso dice el papá de Kevin Yair González, el joven de 23 años que murió el pasado 30 de abril, tras las confrontaciones entre la Policía y manifestantes en el marco del Paro Nacional en Cali. Las circunstancias de su fallecimiento aún son materia de investigación.

Para la construcción de esta historia participaron las voces de Gabriel González y Dorian Gabriel González, padre y hermano de Kevin respectivamente.

Apenas habían pasado dos días desde el inicio del Paro Nacional y Puerto Rellena —hoy conocido como Puerto Resistencia, un cruce de caminos entre norte, centro, oriente y sur—, se había convertido en el punto más crítico de los enfrentamientos entre manifestantes y la Policía en Cali. Ese viernes 30 de abril llegó a la ciudad el ministro de Defensa Diego Molano y, desde las primeras horas de la mañana y con el sol a cuestas, estaban congregados en la intersección de la autopista Simón Bolívar con carrera 46 los ciudadanos que protestaban contra la reforma tributaria propuesta por el presidente Iván Duque.

Hasta entonces, en cada día de manifestación en Puerto Resistencia había muerto un joven: el 28 de abril, primer día del Paro Nacional, fue asesinado Marcelo Agredo Inchima a tres cuadras de ese sector. Un día después, el 29 de abril, Miguel Ángel Pinto Mona murió en el lugar por un disparo de arma de fuego. 

Tras los hechos de violencia que allí se vivieron y por el simbolismo que este punto tomó para los manifestantes, se levantó en una de sus esquinas el Monumento a la Resistencia: un puño en alto, de 10 metros de altura, hecho de cemento que sostiene un cartel con la palabra “Resiste”. Su inauguración se realizó el pasado 13 de junio.

Monumento a la Resistencia, levantado por los manifestantes del Paro Nacional en el sector de Puerto Rellena. Foto: Peter Sepúlveda.

En la noche del 30 de abril murió en ese sector Kevin Yair González, otro joven trabajador y habitante de la zona. Así recordaron los hechos su hermano menor Dorian y su padre Gabriel —un hombre mayor de mirada triste, con cabello negro y anteojos redondos—, en conversación con Cuestión Pública tras una misa de conmemoración de los manifestantes que murieron de forma violenta durante el Paro Nacional, celebrada en la iglesia de San Francisco el pasado 17 de noviembre.

Kevin Yair González Ramos, asesinado el 30 de abril de 2021 en Puerto Resistencia.

Dorian Gabriel González, hermano

Salí ese viernes 30 de abril hacia Puerto Resistencia para ver lo que estaba pasando. Desde el día anterior la gente se agolpaba en ese punto del oriente de la ciudad para bloquear el tráfico durante el día y, aunque el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) intentó varias veces dispersar a los manifestantes, ellos se mantuvieron en la mitad de la vía. Eran las 6:30 p.m. cuando me aproximé a la autopista Simón Bolívar y aún se escuchaba un caos de guerra a varias cuadras de distancia.

No alcancé a llegar hasta el lugar de la confrontación, pues en el camino me crucé con un habitante de la calle que siempre rondaba el barrio y distinguía a toda mi familia. Me dijo: “¡Hola, joven! A su hermano lo llevaban cargado para el centro de salud, ¿oyó?”. Asumí que hablaba del Hospital Carlos Carmona [el único que hay en la Comuna 16], pues era el más cercano. También entendí que se refería a Kevin, mi único hermano, pues al salir de casa vi su moto parqueada, pero no estaba él.  

Tres cuadras separan Puerto Resistencia (en rojo), donde se dirigió Kevin González por última vez, y el Hospital Carlos Carmona (en azul), donde su familia fue a buscarlo.

Por un tiempo mi relación con Kevin fue difícil. Discutíamos y no éramos muy unidos. Sin embargo, en tiempos recientes nos reconciliamos y empezamos a llevarnos mejor. Yo le regalé unas botas negras que me dieron como dotación en la empresa donde trabajo envasando aceite. Él las usaba en su labor de domiciliario, para no desgastar sus zapatos buenos. Planeábamos comprar un carro y hacerlo producir en el negocio del transporte.

Llegué corriendo al Hospital Carlos Carmona a las 6:45 p.m. y pregunté por Kevin en la entrada, pero el vigilante no quiso dejarme entrar ni decirme nada sobre mi hermano. Volví a casa casi a las 7 p.m. y le avisé a mi papá y a mi mamá que mi hermano estaba en el hospital. Volvimos todos juntos al centro médico y el portero nos confirmó: “Aquí trajeron a un muchacho cargado entre 10 o 20 personas, estaba herido y llegó muerto”.

Esa noche del 30 de abril el ardor insoportable de los gases lacrimógenos llegaba hasta las puertas del hospital. Se escuchaban gritos, golpes y vidrios quebrados. Todo ese ruido provenía de Puerto Resistencia, donde los manifestantes empezaban a construir barricadas para apropiarse del espacio y luchar contra el Esmad.

A las 7:30 p.m. un médico salió hasta la entrada del hospital y nos dijo que el herido había llegado sin signos vitales. Que podíamos verlo, pero no tocar su cuerpo. Entré junto al doctor hasta un espacio angosto tras una enorme puerta metálica. Adentro hacía frío y solo habían dos camillas; una estaba vacía y sobre la otra estaba un cadáver cubierto de pies a cabeza por una manta blanca.

No me hizo falta descubrir su rostro para saber que era Kevin, pues por debajo de la manta sobresalían las botas negras que le regalé. Cuando me ofrecieron conservarlas, pedí que las desecharan, tal como su muerte acababa los planes que teníamos para el futuro.

Dorian Gabriel y Kevin Yair González Ramos.

Gabriel González, padre

“¿Para dónde va, mijo?”, le preguntó la mamá cuando lo vio salir tras parquear la moto en el pasillo de la casa. Yo, que sí sabía, le dije: “Kevin, ¿[a] qué te vas a ir a meter allá [a Puerto Resistencia]? ¡Eso está muy peligroso, escuchá!”, porque durante todo el día se escuchaban los estallidos de bombas aturdidoras y gases lacrimógenos. “Nada de nervios, cucho, no pasa nada. Voy con unos compañeros”, respondió él y se fue. Salió solo sobre las 6 p.m. y no lo volvimos a ver con vida.

Ya en el hospital, siendo las 7:30 p.m. aproximadamente, no fui capaz de entrar a ver al muchacho herido. Esperé en la entrada del centro asistencial con mi esposa y solo guardé la esperanza de que no fuera Kevin. Incluso minutos después cuando su hermano Dorian volvió del cuarto donde estaba el cadáver, todavía tenía la fe puesta en que nos dijera que no era él.

“Nada de nervios” era la frase predilecta de Kevin. Y así vivía: tranquilo, sin mayores complicaciones. Trabajaba mientras estudiaba Contaduría en la Universidad Antonio José Camacho de Cali, de donde se hubiera graduado en diciembre de 2021. Como todo muchacho era vanidoso y hacía mucho ejercicio en el gimnasio del parque y con pesas en la casa. Era pintoso mi muchacho.

Mi señora desde hace años sufre de trastorno depresivo. Traté de adelantarme a la verdad y le dije: “Mirá… Kevin está muy grave”. Pero entonces vio que Dorian estaba llorando y empezó a gritarme: “¡Dígame la verdad! ¿¡Para qué se pone a decir que está grave si está muerto!?”. Y sí, Kevin estaba muerto.

Queríamos irnos a casa cuanto antes, alejarnos del hospital y de ese dolor. Eran casi las 8 p.m. cuando el doctor que dejó entrar a Dorian a ver el cuerpo de Kevin nos informó que al tratarse de una muerte violenta había que llevar el cuerpo a la sede de Medicina Legal, donde le realizarían la necropsia para establecer la causa y manera de su muerte. Afuera del centro médico seguía esa guerra tan horrible entre policías y manifestantes; se escuchaban los estallidos, las alarmas y los alaridos.

La autopista Simón Bolívar, que conecta el oriente de la ciudad con el norte y el sur, estaba bloqueada a la altura de las carreras 29, 39 y 46, en Puerto Resistencia. Entre las 10 p.m. y las 11 p.m. llegó el personal de Medicina Legal al hospital. Nos dijeron que recogerían el cuerpo a la mañana siguiente, dado que los muchachos que estaban manifestándose no podían abrir el paso, pues detener la movilidad era parte de las protestas contra el Gobierno Nacional. Eso retrasó todo el proceso para darle sepultura a mi hijo.

El 1 de mayo llegamos al Hospital Carlos Carmona a las 8 a.m., pero ya se habían llevado el cuerpo de Kevin a la sede de Medicina Legal ubicada en el barrio San Fernando, en el sur de la ciudad. Fuimos allí a la 1 p.m. y nos lo entregaron a las 4 p.m. Lo enterramos el lunes 3 de mayo.

17 de noviembre de 2021. Gabriel González (centro) participó en una manifestación a las afueras del edificio de la Fiscalía junto a Abelardo Aranda (derecha) y otros familiares de víctimas mortales en el marco del Paro Nacional.

Yo no soy de protestas, pero ahora me manifiesto en memoria de mi hijo, para rechazar la violencia que se desató durante el Paro Nacional. No sé si nos recuperaremos de esto. Trato de mantenerme fuerte y en calma, pero a veces siento que me ahogo y me cuesta hablar. Una semana después de la muerte de Kevin y a causa de su fallecimiento, su madre estuvo dos días internada por psiquiatría en la Clínica Valle de Lili. Continúa bajo observación médica.

Sobre la muerte de Kevin hay mucho por aclarar y no sé si conoceremos la verdad algún día. Yo soy pensionado y podría dedicar mi tiempo a buscar justicia, pero nos falta asistencia legal y lo que se sabe es mínimo.

Un día después del asesinato de mi hijo, el sábado 1 de mayo, un muchacho llegó a la casa a preguntar por él. No lo conozco ni sé quién es, pero nos contó que estaba con Kevin en la manifestación de Puerto Resistencia y, según dijo, sobre las 6:45 p.m. de ese 30 de abril ambos corrieron en sentidos distintos. 

Los escasos testigos que hemos podido contactar dicen que cuando hirieron a mi hijo otros manifestantes lo cargaron y lo sacaron de la multitud. Aseguraron que tenía una herida con un objeto cortopunzante cerca al hombro, pero no saben quién, cómo ni por qué lo agredieron. Los resultados de la necropsia que nos entregó la Fiscalía dicen lo mismo, “homicidio por arma blanca”.

En busca de justicia

El pasado miércoles 17 de noviembre se celebró en la iglesia de San Francisco, ubicada en el centro de Cali, una misa en memoria de las personas fallecidas durante el Paro Nacional. Allí se dieron cita los familiares de Kevin Anthony Agudelo, Michael Aranda Pérez, Nicolás Guerrero y Kevin Yair González Ramos, entre otros seres queridos de víctimas mortales de las manifestaciones, a las que les dedicaron canciones, plegarias y lágrimas.

Terminada la ceremonia, el grupo constituido por los familiares de las víctimas cruzó la calle hacia las instalaciones de la Unidad de Respuesta Inmediata de la Fiscalía (URI), la cual queda al frente de la iglesia. En la entrada del edificio extendieron sus pancartas y elevaron arengas, exigiendo justicia en los casos de sus hijos, sobrinos, nietos, hermanos y amigos.

Los manifestantes esperaban abrazarse al recibir durante esa mañana la noticia de que varios miembros de la Policía serían imputados con el cargo de homicidio agravado, esto por su presunta responsabilidad en las muertes de Miguel Ángel Pinto Mona (29 de abril), Heinar Alexander Lasso Chará y Edwin Villa Escobar (30 de abril), así como de José Emilson Ambuila, Kevin Anthony Agudelo Jiménez y Harold Antonio Rodríguez Mellizo (3 de mayo). Todos asesinados en el marco del Paro Nacional en Cali. 

Elmer Montaña, abogado defensor de víctimas, notificó casi al mediodía de ese 17 de noviembre que los imputados serían el coronel Edgar Vega Gómez, comandante operativo de la Policía de Cali; el teniente Néstor Mantilla, comandante del Grupo Operativo Especial de Seguridad (GOES); y el patrullero Wilson Orlando Esparragosa.

La audiencia de imputación, sin embargo, no se realizó durante las horas en que las familias de las víctimas gritaban pidiendo justicia a las afueras de la URI. Fue aplazada para el 1 de diciembre, fecha en que los tres policías fueron imputados por el delito de homicidio agravado, múltiple, en concurso con lesiones personales. Fue el inicio de un proceso penal que, para los familiares de las víctimas como Gabriel González, representa la esperanza de que los crímenes de sus seres amados no queden en la impunidad.

Créditos

Directora Cuestión Poder
Diana Salinas
Texto y reportería
Alexander Campos
Edición
Ingrid Ramírez Fuquen
Diana Salinas
José Marulanda

Cover
Heidy González
Edición legal
Camilo Vallejo
Webmaster
Valentina Hoyos G

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