Masacre de Samaniego:
la confesión de Sebastián Acosta

(2/11/2020)

Todo arrancó pasadas las 9:20 de la noche, contaron los sobrevivientes. Según Sebastián Acosta, el joven que confesó a la Fiscalía haber sido uno de los asesinos partícipes en la masacre de Samaniego, venían por la vía Túquerres y se perdieron al intentar llegar a una pequeña casa en la Vereda Santa Catalina. En el lugar había cerca de 30 personas jóvenes reunidas festejando un cumpleaños que había arrancado el miércoles y se había prolongado hasta el sábado 15 de agosto, día de la masacre. La casa quedaba a 200 metros de la vía principal que comunica Samaniego con Pasto, la capital del departamento. 

Ese sábado no llovió. En el patio delantero de aquella casa había sillas Rimax en media luna. En la tarde los amigos se turnaban para bailar Tiempo de Vals, como si fueran la celebración de los quince años de una chica. Se movían de lado a lado intentando acompasar el ritmo glamuroso, en vaivén: “Bésame en tiempo de vals, un dos tres, un dos tres, sin parar de bailar, haz que este tiempo de vals un dos tres, un dos tres, no termine jamás”. Una cerveza en la mano de uno de los parejos era más que un símbolo del festejo. También lo era el pastel que había sobre una mesa junto con unas cuantas botellas de ron y gaseosa. Los asistentes se reían a carcajadas con la simulación del baile central. Ojalá no hubiera terminado jamás el tiempo de vals aquella tarde noche, porque antes de que el reloj marcara las 10, el que bailaba y otros siete amigos iban a ser asesinados presuntamente por Sebastián, Kevin, Fercho y Pava.

Los asesinos vestían de negro y sin marcas distintivas de nada. Camino a ese vórtice de tiempo y espacio a ejecutar los asesinatos, se encontraron con un puente, tres caminos y tomaron una opción equivocada. Por eso les tocó devolverse hasta encontrar el que sí los condujo acertadamente.

Fuera de esa secuencia narrativa, hay un fiscal con acento nariñense que lee la versión de los hechos realizada por Acosta a través de una audiencia en la que legalizan la captura. El fiscal no tiene sentimientos, tampoco emoción alguna. Lee casi sin respetar los silencios del relato, sin puntos ni comas. Sin nada más que su voz, que a su vez se ha prestado para contar los hechos que vienen a continuación.

Sebastian, Kevin, Fercho y Pava escucharon música a lo lejos y notaron que estaba muy oscuro, prendieron las linternas de los celulares, pero una curva antes de llegar las apagaron. 

Hacia las 9:20 p.m. una canción del festejo llegaba a su fin y uno de los jóvenes, que minutos antes estaba bailando, se sentó. De repente, vio a dos hombres vestidos de negro irrumpir con violencia. En su versión posterior, el sobreviviente cree que eran entre cuatro y cinco personas los asesinos de esa noche. En efecto se hicieron sentir a punta de gritos, golpes y tiros. El susto hizo que muchos jóvenes corrieran hacia la casa en busca de resguardo.

Los asesinos vestían de negro y sin marcas distintivas de nada. Se hicieron sentir a punta de gritos, golpes y tiros. El susto hizo que muchos jóvenes corrieran hacia la casa en busca de resguardo.

A este punto del relato, Sebastián ha tomado la voz del fiscal — ¿o el fiscal la de Sebastián? —, quien continúa la lectura de la supuesta confesión ante un juez. 

Kevin le disparó a Patiño con un fusil. Sebastián, el confeso, vio la escena y cree haber visto que ese tiro se lo dio de frente. Fercho, con una pistola, asesinó a Domeco por la espalda y quedó sentado al inicio del patio de la casa, donde horas antes hubo una parodia de vals. Brayan Alexis Cuarán salió corriendo, en vano, porque Kevin le disparó por la espalda y él cayó de una. Acto seguido, Pava y Sebastián entraron a una de las habitaciones y sacaron a la gente que estaba escondida. En ese momento, Pava empujó a Campo Elías Benavides y le dio con un fusil por la espalda. Sebastián le disparó con una pistola a su tocayo Sebastián Quintero. No sabe si Quintero estaba herido, pero sí sabe que le disparó cuando estaba en el piso. Entre los asistentes estaba la hermana de uno de los supuestos asesinos. Después Kevin disparó al aire.

Acosta contó los hechos ante las autoridades, al parecer, en primera persona: “Yo le disparo con una pistola a Sebastián Quintero”, dice a través de la voz del fiscal. “Dejamos las armas escondidas en el monte”, e insiste una y otra vez en incluir su ‘yo’ en la versión confesional. Continúa.

Los supuestos asesinos salieron caminando rápido hacia la carretera. Se demoraron tres minutos para llegar a la vía principal. Una vez en el punto acordado, la camioneta que debía recogerlos no estaba. En ese momento pasó una moto con un señor y una muchacha. Kevin y Pava los devolvieron a punta de amenazas, con patadas y apuntando el fusil hacia ellos. El motero pasó derecho, según contó Sebastián. Kevin lo llamó y le dijo que se devolviera.

Kevin dejó rastros de sangre como quien deja señales: se auto disparó en un pié y no se había dado cuenta. No sería el único indicio que al parecer dejaron.

Cuando al fin llegó el conductor a recogerlos en la carretera, pasaba un carro negro, pequeño. Kevin le pidió a Sebastián que le diera su pistola. Intentó disparar aún con el arma asegurada y, cuando se lo quitó, hizo cinco tiros y amenazó a unas personas con un grito:

— ¡Donde le digan a alguien, los mato! — sentenció.

Se fueron por la vía Túquerres a la vereda Changuán, pero antes dejaron las armas escondidas en el monte. A todas estas, Kevin dejó rastros de sangre como quien deja señales: se auto disparó en un pié y no se había dado cuenta. No sería el único indicio que al parecer dejaron. Regresaron a la finca donde planearon esconderse, se cambiaron de ropa. Ya en la casa de Franco, Pava le dijo a Kevin:

— Marica la cagamos, tenías que matar a Camila — dijo. Al parecer ella reconoció a uno de los dos: Pava o Kevin. Entonces Kevin mandó a Sebastián a ver si Camila estaba viva. Al llegar, este habló con la hermana de Vargas: 

— ¿Has visto a mi hermana? — dijo Sebastián.

— No, no la he visto — respondió ella.

— Entonces, ¿quién era la muerta? — preguntó.

— Michel Riascos — dijo. 

De vuelta a la finca, escondite de los supuestos asesinos, Sebastián encontró solo a Pava y le contó quién era la muerta. Se acostaron a dormir, pero como a las 2 o 3 de la mañana Pava despertó a Sebastián: 

— ¡Recojamos las armas! — Le dijo. 

— No, por allá vi mucha Policía. 

Entonces Pava se fue con otra persona a recoger las armas. Sebastián siguió durmiendo.

***

Fueron ocho los jóvenes asesinados aquella noche del sábado 15 de agosto del 2020 en Samaniego, Nariño: Sebastián Quintero, 22 años; Óscar Andrés Obando, de 24 años; Laura Michel Melo Riascos, de 19 años y estudiante de Medicina; Daniel Steven Vargas, de 22 años y estudiante en Pereira; Byron Patiño, de 25 años y estudiante de Contaduría; Rubén Darío Ibarra, de 20 años; Elián Benavides, de 19 años era estudiante de bachillerato todavía y aspirante a futbolista profesional en México; y Brayan Alexis Cuarán, egresado de la Universidad de Nariño.

A pesar del detalle en la descripción de la masacre por parte del joven Sebastián Acosta, de 22 años, ante la Fiscalía, aún no se conocen los móviles que lo habría llevado a él, a Andrés Fernando Moriano Caicedo alias ‘Fercho’, de 23 años, y a Yeiron Alexánder Pantoja Rodríguez alias ‘Conductor’ o ‘Mono’, de 22 años, a cometer el asesinato a sangre fría de ocho jóvenes que estaban en una fiesta de cumpleaños.

Uno de los familiares del presunto confeso, autor de la masacre, rechazó las acusaciones y la confesión misma de Acosta. Cuestión Pública lo buscó telefónicamente.

Según una versión de la Policía reportada en El Tiempo el 21 de agosto, fueron cuatro los atacantes, un detalle que tiene correlación con la versión de Acosta y uno de los sobrevivientes. Pero la investigación más reciente de la Fiscalía General de la Nación, entregada a la ciudadanía a través del presidente Iván Duque, agregó detalles que parecen direccionar hacia presuntos autores materiales con nexos con el ELN y el narcotráfico: “podemos ver los claros nexos entre estos criminales y el negocio del narcotráfico», dijo Duque en la rueda de prensa el pasado 22 de octubre. 

Uno de los familiares del presunto confeso, autor de la masacre, rechazó las acusaciones y la confesión misma de Acosta. Cuestión Pública lo buscó telefónicamente y este reconoció que Sebastián sí trabajó hace más de dos años en un laboratorio que procesaba coca, una economía ilegal que mueve millones de recursos en Samaniego, pero que se había retirado de la ilegalidad.

Desde entonces Sebastián trabajó como obrero de construcción, mientras terminaba sus estudios de técnico en Mecánica Automotriz del SENA. Hasta el comienzo de la pandemia ese fue el trabajo al que se dedicó, según dijo el familiar de Acosta. “Es lo que se me hace raro, más de dos años ganándose la vida de manera ‘bien’… Él no es un asesino. Nunca estuvo metido en vainas violentas» y aseguró que su familia está en riesgo luego de que se conoció esa confesión, pues esa misma noche recibieron una amenaza y tuvieron que irse del pueblo. “Acá en Samaniego cuando revelan los hechos e involucran a más gente, si no se desaparecen, los suelen matar”, explicó.

El familiar del joven Sebastián Acosta también puso en duda la captura de las otras dos personas vinculadas porque en el pueblo los conocían bien. “El día del velorio de la masacre yo fui con la hermana de Alexander [uno de los capturados]. Ella había estado en la fiesta en la que se cometió la masacre y estaba muy consternada. Él [Alexander] le aseguró que no tenía conocimiento y que si hubiera sabido algo, él le hubiera advertido a ella y a sus amigos».

“El día del velorio de la masacre yo fui con la hermana de Alexander [uno de los capturados]. Ella había estado en la fiesta en la que se cometió la masacre y estaba muy consternada.”

Para el familiar de Sebastián Acosta es ilógico que los muchachos hayan conseguido el armamento y hecho la inteligencia para realizar un acto de ese calibre. “Cuando acá pasa algo no son gente de Samaniego, mandan sicarios de otros municipios, hacen el atentado y se pierden. Ese ha sido el modus operandi que siempre ha habido”, dijo a Cuestión Pública.

El papá de Sebastián Quintero, joven asesinado esa noche, le dijo a este medio que “hay rumores de los sobrevivientes que coinciden con la confesión” y que “no se ha confirmado quiénes fueron los actores intelectuales, quiénes dieron la orden». Quintero espera que la Fiscalía llegue al fondo: «No se sabe el por qué [la Fiscalía] está apenas en el proceso de investigación. Lo que dicen según los medios es que algunos de ellos tenía vínculos con el ELN”. 

Quien estableció que alias ‘Fercho’, uno de los supuestos asesinos, tenía vínculos con la guerrilla ELN fue el presidente Iván Duque cuando anunció su captura en una rueda de prensa

Una exfiscal de Justicia y Paz consultada por este medio, que recibió cientos de versiones de paramilitares durante la primera década del siglo, dijo: “Llama la atención que ellos eran de la región, que conocían a todo el mundo porque se sabían nombres y apellidos de las víctimas, pero además que se hayan perdido [en el camino] para llegar a hacer una masacre. O sea, uno no se pierde para llegar a hacer una masacre. Y menos si es de la región».

Sobre esto también opinó el papá de Sebastián Quintero: “Que los actores directos sean jóvenes de la misma región, incluso uno de ellos hasta conocido de las mismas víctimas, me genera sentimientos encontrados. Por una parte satisfacción de que caigan algunas personas y, por otro, dolor de lo que está pasando en mi municipio. Ahora ya empiezo a pensar en la seguridad de nosotros».

La exfiscal consultada también explicó que la confesión misma tiene contradicciones, como la inexperiencia de los jóvenes con la utilización de armas, que quedó registrada en el audio de la confesión de Acosta leída por el fiscal: “Kevin comienza a disparar pero no le dispara la pistola hasta que le quita el seguro […] Dejamos las armas escondidas en el monte y ahí nos dimos cuenta de que Kevin tenía un pie con sangre, se había herido con un disparo”.

“Que los actores directos sean jóvenes de la misma región, incluso uno de ellos hasta conocido de las mismas víctimas, me genera sentimientos encontrados. […]»

 

En contraste al testimonio de Acosta y frente a lo sucedido ese día, también sorprende que tuvieron tiempo para caminar hasta la carretera y esperar la camioneta que iría por los supuestos asesinos. Dos fuentes aseguraron a Cuestión Pública que a pesar de que llamaron a la Estación de Policía, los uniformados tardaron más de dos horas en llegar al sitio. “Parecía que querían que pasara rápido el momento”, dijo una de las fuentes. 

Otra pregunta que se hacen los habitantes de Samaniego que piden reserva de su nombre es: ¿por qué tardó tanto en responder el Ejército Nacional con sede en ese municipio, que tiene una base militar de más de 400 hombres? 

«Ojalá […] lo que dice la Fiscalía sea una realidad y lo que están diciendo algunas de las personas que se entregaron sea la verdad y los capturados colaboren y digan lo que realmente pasó. Eso es lo que uno espera», agregó Jesús Quintero.

Para uno de los amigos de infancia de las víctimas, que pidió reserva de su nombre, la versión presentada hasta ahora “no es creíble”. Le indignó que los acusados fueran de Samaniego y conocidos de todos; pidió esperar un poco antes de opinar algo determinante: “Estamos indignados y con mucho miedo, los familiares no quieren hablar porque están con miedo tras la confesión, esperemos un poco».

Noticias Uno  señaló en un informe del 17 de agosto que en esa región “permanecen guerrilleros de las compañías Jaime Otoño Obando y José Luis Cabrera Rurales del Frente Comuneros del Sur del ELN, que tienen entre sus ingresos negocios del narcotráfico”. Uno de los sobrevivientes también relató que por un instante pensó que se trataba de atacantes guerrilleros, por lo que la hipótesis de algún nexo con el ELN parece no ser descabellada.

Pero un investigador que visitó Samaniego después de la masacre y que pidió la reserva de su identidad dijo a Cuestión Pública que «además de esa guerrilla, se habla de presencia del Clan del Golfo y disidencias que quieren disputarle el territorio al ELN. Se está cocinando una dura confrontación donde van a sufrir las comunidades».

La masacre de Samaniego es una de las 70 que se han registrado este año en todo el territorio colombiano. 

***

Gladys Betancourt es auxiliar de un laboratorio clínico de Samaniego. Vio a su hijo Andrés Obando por última vez a las cinco de la tarde de ese 15 de agosto, justo frente a la escuela donde estudió, a unos metros de su casa. La noche anterior, él se había acostado a dormir con ella y le había contado que iba a hacer un asado en la casa de su tía en la vereda de Santa Catalina. 

Había invitado a varios de sus amigos, muchos de ellos crecieron con él pateando un balón de fútbol. Andrés, al igual que Sebastián Quintero, otra de las víctimas, era deportista y a sus 24 años estudiaba en la Escuela Nacional del Deporte en Cali. “Era un niño sano, amoroso, soñaba con ser un futbolista bien reconocido”. Ninguna de las víctimas tenía antecedentes penales, eran estudiantes y de familias tradicionales de Samaniego.

Aún se oían las balas. Llegaron primero los socorristas y los familiares de las víctimas que cualquier agente de la Fuerza Pública.

A las 9:30 p.m. su sobrina la llamó: “Tía, ayúdenos. Están echando bala y matando a los muchachos”. Gladys quedó paralizada por unos minutos, avisó a su esposo, un pensionado del departamento de Obras Públicas, pero no pudieron llegar hasta el sitio. Aún se oían las balas. Luego llamó a los bomberos. Llegaron primero los socorristas y los familiares de las víctimas que cualquier agente de la Fuerza Pública.

El profesor Jesús Quintero, padre de Sebastián (víctima ese día), escuchó algunas versiones de los sobrevivientes. Le dijeron que habían llegado encapuchados armados que sin mediar palabra empezaron a golpear y a disparar a quien se encontrara en esa casa.

Versiones anteriores a las de Sebastián Acosta señalaban que fueron al menos 15 personas distribuidas en tres camionetas blancas. Una estuvo ubicada en la entrada de la vereda Santa Catalina, que no está a más de diez minutos en carro del casco urbano. Incluso uno de los sobrevivientes dijo que al huir vio que los asesinos fumaban tranquilamente a la entrada de la vereda junto a las camionetas. 

La versión de los líderes de Samaniego, por su parte, habla de un crimen realizado por un grupo organizado, con poder militar y que operó ante la inacción de las autoridades. También hablan de personas con acento mexicano. Pero esta versión fue desmentida por uno de los sobrevivientes en entrevista con la periodista María Jimena Duzán, en Semana en Vivo, el 24 de agosto.

***

Antes de que se conociera el testimonio de Sebastián Acosta, investigadores sociales del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) y habitantes de Samaniego creían que los hechos tenían indicios de una arremetida paramilitar en el municipio. 

Expertos del conflicto armado como Diego Alejandro Restrepo, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), advierten que la omisión en el actuar de la fuerza pública, la impunidad que cobija a los autores intelectuales y la capacidad organizativa detrás del crimen dan pistas del accionar paramilitar que, bajo el paraguas del Estado colombiano, amenaza directamente a la sociedad civil.

La exfiscal de Justicia y Paz opinó lo mismo. “Los señores paramilitares están otra vez dominando la región y haciendo lo que les da la gana. Ese es el punto más delicado de este asunto”, dijo.

Según Diego Restrepo, otras regiones ya muestran evidencias preocupantes. “En todos los territorios en los cuales hacemos trabajo de campo, costa pacífica nariñense, Guaviare, sur del Meta, bajo Cauca, Buenaventura, Caquetá… En la mayoría de los territorios afectados por la violencia de la guerra, las comunidades señalan vínculos muy estrechos entre la fuerza pública y estos grupos herederos de los paramilitares, desde trabajo mancomunado u omisión intencionada”.

“Los señores paramilitares están otra vez dominando la región y haciendo lo que les da la gana. Ese es el punto más delicado de este asunto”, explicó una exfiscal de Justicia y Paz.

Agregó que en términos nacionales es evidente que la mayoría de las acciones del Ejército Nacional se dirigen contra el ELN y las llamadas disidencias de las Farc. Mientras que contra el grupo armado Clan del Golfo la estrategia es de combates esporádicos que no tienen la misma intensidad. Según el portal Insight Crime, esta organización mafiosa tiene su semilla en los paramilitares liderados por el fallecido Vicente Castaño.

En el anuncio del pasado 22 de octubre sobre la captura de los presuntos responsables de la masacre en Samaniego ocurrida hace dos meses, el presidente Iván Duque dijo que la “operación muestra un rápido esclarecimiento y que le cumplimos también a la comunidad de Samaniego. Y se seguirán adelantando otras capturas en los próximos días»

Técnica y tratamiento: La reconstrucción del testimonio de Sebastián Acosta se contrastó con la de un sobreviviente de la masacre que rindió su testimonio en Semana en Vivo y dos informes de Noticias Uno. Recibió un tratamiento de edición de estilo y se agregaron algunos datos de contexto como fechas, lugares, horas, direcciones y distancias.

Reportería: Desde el primero al 17 de septiembre se entrevistó a cinco personas. Entre ellas Gladys Betancourt, madre de una de las víctimas; y Jesús Quintero, padre de Sebastián Quintero, asesinado en la masacre. Desde el 22 al 29 de octubre se entrevistaron a tres familiares de Sebastián Acosta. Entre otros 5 expertos entre exfiscales e investigadores del Cinep y de Pares.

Estas fueron las personas que participaron en la realización del especial Masacre de Samaniego: la confesión de Sebastián Acosta

Dirección
Diana Salinas

Editoras:
Diana Salinas (@DianaSalinasP)
Ingrid Ramírez Fuquen (@_iramir_)

Texto y Reportería:
David González (@Davo_Gonzalez)

Reconstrucción narrativa del testimonio de SebastiánAcosta:

Diana Salinas

Editor Jurídico

Camilo Vallejo (@CamiloVallejoG)

 

Diseño Gráfico
Heidy González (
@HeidyBlue9)

Webmaster
Paola Tellez (@paolatellez13)

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